En la última década, España se ha convertido en referencia mundial en ensayos clínicos, solo por detrás de Estados Unidos. Entre 2018 y 2022, nuestro país ha sido anfitrión de más de 4.500 ensayos clínicos. Además, como ha recordado Juan Yermo, presidente de Farmaindustria, en la XVI Conferencia Anual de las Plataformas Tecnológicas de Investigación Biomédica, el 93 por ciento de los ensayos clínicos que realiza la industria son multicéntricos e internacionales.

En la misma línea, España se consolida como un país líder y referente en el desarrollo de terapias avanzadas. Según los datos aportados por AseBio, cada año se ponen en marcha más de 100 ensayos clínicos en este campo, a la par que continúa alimentado las publicaciones en los tres tipos de terapias avanzadas existentes: génica, celular y tisular. En este sentido, el país ocupa la quinta posición en número de trabajos científicos en el ámbito de la terapia celular respecto al PIB, por delante de países como Corea del Sur, Reino Unido o Italia.

Sin embargo, a pesar de las cifras y de la posición, España corre el riesgo de descender en la tabla si no cierra las brechas que se están abriendo respecto al resto de Europa. Desde la plena aplicación del Reglamento Europeo de Ensayos Clínicos, España tiene que apostar por dotar a los centros y hospitales de infraestructuras, recursos técnicos y humanos para adaptarse a las nuevas exigencias científicas, regulatorias y a una mayor competencia internacional.

“No podemos permitir que estas cifras se deterioren”, ha expuesto de manera contundente Yermo. Para ello, los participantes en la Conferencia han insistido en que se debe fomentar la investigación preclínica, clínica y traslacional con un enfoque basada en la colaboración público-privada para una mejor transferencia entre los hospitales y los centros públicos.

De la misma forma, desde AseBio consideran que hace falta mayor inversión para incentivar a las pequeñas compañías innovadoras. Y es que la innovación no solo llega con nuevos principios activos, sino que también se puede basar en una nueva forma de aplicación, con efectos más rápidos de actuación o con menos efectos secundarios.

Este tipo de innovación representa un número importante de los fármacos que han llegado al mercado en la última década. Sin embargo, las dificultades para incentivar esta forma de innovación por parte de los organismos decisores de la financiación del medicamento pone de manifiesto un escaso reconocimiento del valor que aporta a los pacientes, a los profesionales y al sistema de salud.

Asimismo, pone en potencial peligro la disponibilidad de determinados medicamentos esenciales para la salud, tal y como ha puesto de manifiesto el informe ‘La innovación incremental del medicamento. Generando valor para el paciente y el Sistema Nacional de Salud’.

En resumen, España tiene las cifras, la posición y las herramientas. Ahora toca mantenerse.