| viernes, 10 de septiembre de 2010 h |

Antonio González es periodista del diario ‘Público’

La emana pasada, el mismo día en que se conoció el contenido del proyecto de ley antitabaco vasca, estuve intercambiando impresiones sobre las crecientes restricciones al tabaquismo en España con un profesional del taxi. Los taxistas madrileños, tan denostados a veces por tantos motivos, tienen algunas virtudes. Una de ellas es que, en temas como el tabaco, los toros, el aborto o la inmigración no tienen dudas. Sus opiniones, ya sean de los que siguen con fervor a Federico Jiménez Losantos o militan en las ondas de la Ser, son claras y firmes como el granito de La Pedriza. ¡Ay de aquél que cometa la imprudencia de llevarles la contraria, siquiera con voz queda y argumentos razonables! Lo menos que le puede pasar es sufrir un castigo dialéctico del que igual no se recupera nunca.

Pero hay excepciones. De los 20 minutos que duró la carrera con el citado taxista, por supuesto fumador de toda la vida, pude escuchar de su boca todo tipo de invectivas contra el Gobierno, ZP, Trinidad Jiménez, los vascos, Hacienda, los políticos en general, los de izquierdas en particular y, claro está, contra los vagos de los sindicatos que no hacen más que entorpecer la economía convocando huelgas irresponsables.

Sobre el tabaco, consideró que era una vergüenza, además de inconstitucional, que vayan a prohibir fumar en los bares a los taxistas (como el resto de los mortales sí pudiera darle al pitillo) cuando además el tabaco es un producto legal y del que el Estado saca pingues beneficios, un punto en el que por cierto no le faltaba algo de razón. Por supuesto, eso de que en Euskadi se hayan propuesto prohibir fumar hasta en los coches privados y los espacios abiertos donde haya niños hacía surgir de su garganta calificativos que prefiero omitir. Hasta aquí nada nuevo, pero he aquí que al final, igual en el minuto 19 de la perorata, se pone a pensar y me dice lleno de escepticismo: “Bueno, igual hasta consiguen que fumemos menos y todo”. “De eso se trata al final, ¿no?”, le repliqué tímidamente. Él siguió callado unos instantes con la mirada perdida en el horizonte antes de responderme: “Son 19 euros, ¿quiere la nota?”.

Aunque pueda parecer algo exagerada en algunos de sus aspectos, la ley vasca de Prevención, Asistencia e Inserción en materia de Drogodependencias busca que la gente deje de fumar, es verdad, pero a la vez maximiza la protección de los no fumadores, y sobre todo de los menores de edad. De hecho, llega bastante más lejos que la futura ley estatal y elimina, de paso, la posibilidad de que los más pequeños vean el consumo de tabaco como algo habitual entre los mayores. Igual es el momento de que, aprovechando el impulso del actual proyecto, el Ministerio de Sanidad apueste también por garantizar al máximo el derecho a la salud de los no fumadores y haga lo posible por enmendar el texto que está en el Congreso para que lo que salga adelante sea una ley de máximos, y no una norma que haya que modificar dentro de pocos años por pecar de falta de ambición. Aunque se exponga a las críticas de muchos taxistas, claro.