En los últimos dos años, los tratamientos contra la obesidad y la cartera de futuras terapias prometedoras han elevado la atención sobre esta crisis sanitaria y económica mundial de proporciones epidémicas. Tras décadas de esfuerzos fallidos, una nueva generación de fármacos ha aumentado el entusiasmo entre los expertos en obesidad puesto que, además de mostrar resultados significativos en ensayos clínicos y en la práctica clínica, comienzan a vislumbrase beneficios cardiovasculares y un impacto positivo en el abordaje de ciertas enfermedades crónicas.

La llegada de estos nuevos medicamentos agonistas de GLP-1, que incluyen marcas como Wegovy, Ozempic o Rybelsus, cuyo principio activo es la semaglutida; así como la reciente aprobación de Mounjaro y Zepbound (tirzepatida) por parte de la FDA, promete revolucionar el control crónico del peso. “Estamos entrando en una nueva era que potencialmente tendrá un impacto transformador en la economía de la salud y en la práctica clínica”, aseguró el director ejecutivo del instituto estadounidense IQVIA, Murray Aitken, durante el webinar ‘Repensar la obesidad’.

En la última década, este ámbito ha asistido a un aumento del interés, la inversión y la actividad en el desarrollo de nuevas terapias para el tratamiento de la obesidad. Una investigación no publicada de IQVIA muestra que, entre las 151 moléculas recogidas en el documento, ocho se han comercializado ya en los últimos meses, mientras que 11 están en fase III, 56 en fase II y 76 se encuentran en ensayos de fase I. En opinión de Aitken, “este es un claro indicio de la intensa atención que se presta a esta área”.

En particular, casi la mitad de estos fármacos en fase de desarrollo (71) se administran por vía oral o se están investigando para su administración por esta vía. Al respecto, John Steele, vicepresidente de Asuntos Corporativos del área de Diabetes y Obesidad de Lilly, que comercializa Mounjaro y Zepbound, indicó que la compañía está trabajando intensamente en esta fase oral: “Desde la perspectiva del paciente, para aquellos que temen a una aguja, los medicamentos orales son muy prometedores”.

Steele incidió además en el vínculo entre la obesidad y las más de 200 complicaciones de salud relacionadas con el peso. Al respecto, un estudio de Novo Nordisk concluyó que los fármacos agonistas de GLP-1 reducen hasta un 20 por ciento el riesgo de sufrir eventos cardiovasculares adversos. “Estamos en el proceso de una emocionante revolución científica y no sólo de reducción de la tasa de obesidad, sino también de una reducción significativa de las tasas de toda una serie de enfermedades increíblemente importantes, y no sólo en los países desarrollados, sino también en los países en desarrollo”, apuntó.

Visión a largo plazo

Sin embargo, la dimisión económica y los costes elevados de los nuevos medicamentos para la obesidad genera dudas entre los dirigentes y gestores. Para Ken Thorpe, presidente del Departamento de Política y Gestión de la Salud de la Escuela Rollins de Salud Pública, debe imponerse las implicaciones a largo plazo de estos medicamentos GLP-1, además de los programas de pérdidas de peso, sobre la “tendencia cortoplacista” imperante. A su juicio, la combinación de los programas de asesoramiento en salud con estos nuevos fármacos GLP-1 “podría tener un enorme impacto en la trayectoria de crecimiento del gasto per cápita no sólo en Estados Unidos, sino a nivel mundial”.

En este sentido, el experto subrayó que, según una investigación de la que formó parte, el 51 por ciento del crecimiento del gasto sanitario per cápita está relacionado con el aumento de la prevalencia de enfermedades crónicas. Además, mencionó que una cuarta parte del crecimiento en el gasto en diabetes está relacionada con aumentos en la prevalencia impulsados por la obesidad. En cifras similares se mueven la hipertensión y la hiperlipidemia, mientras que para las enfermedades cardíacas es aproximadamente el 20 por ciento. Según sus cálculos, los niveles de gasto per cápita en Estados Unidos serían aproximadamente un 17 por ciento más bajos si las tasas de prevalencia de estas enfermedades crónicas clave fueran normales. “De este modo, el conjunto de oportunidades realmente apunta a cambios de peso”, concluyó Thorpe.

Impacto económico

Este es un reto mayúsculo teniendo en cuenta que 1.000 millones de personas tendrán obesidad en 2030 y, para 2035, más de la mitad de la población mundial vivirá con sobrepeso u obesidad, según estimaciones de la World Obesity Federation, una organización sin fines de lucro dedicada a abordar esta carga global. Su directora, Johanna Ralston, compartió el trabajo de impacto económico que impulsó la entidad y, según el cual, los costes médicos de la obesidad y el sobrepeso se situarían en torno al 2 por ciento del PIB.

En concreto, los países de renta media tienen tasas de crecimiento elevadas. Incluso en países donde la prevalencia sigue siendo relativamente baja, como Vietnam y Burundi, las tasas crecen más rápidamente, mientras que en los lugares donde estas tasas son más estables siguen aumentando debido al crecimiento de la población. “Lo cierto es que no hay ningún país que se haya estabilizado en la curva de la obesidad”, precisó la responsable de la organización.

Por su parte, el economista John Cawley apuntó a que, en Estados Unidos, las enfermedades relacionadas con la obesidad le costaron al país 289.000 millones de dólares en 2016, solo en personas adultas. En menores de entre 11 y 17 años, esa cifra se acerca a los 16.000 millones de dólares al año. Por contextualizar, el presupuesto de Medicare es de 901.000 millones; el de Medicaid, 734.000 millones; y todo el gasto de EE.UU. en medicamentos recetados es de 378.000 millones de dólares, según cuantificó Cawley: “Así que, claramente, lo que EE.UU. está gastando en el tratamiento de enfermedades relacionadas con la obesidad es realmente muy sustancial”.


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