Las resistencias antimicrobianas (RAM) son uno de los desafíos más apremiantes en el ámbito de la salud pública global. Estas resistencias se refieren a la capacidad de los microorganismos, como bacterias, virus, hongos y parásitos, de resistir los efectos de los medicamentos antimicrobianos, como antibióticos, antivirales, antifúngicos y antiparasitarios.

El problema radica en el uso excesivo e inapropiado de estos medicamentos tanto en la medicina humana como en el ámbito veterinario. Esta práctica promueve la selección de cepas bacterianas resistentes que pueden propagarse rápidamente, poniendo en peligro la eficacia de los tratamientos actuales y aumentando la morbimortalidad asociada a infecciones comunes.

Como explica Jesús Miguel Sanz Morales, investigador del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), a El Global “el abuso de la utilización de los antibióticos es la primera causa de la aparición de resistencias. La utilización de estos en patologías que no responden a este tratamiento, potenciada en muchos casos por la presión que el propio paciente ejerce sobre el médico, así como el uso masivo en ganadería y el vertido incontrolado al medio ambiente ha generado un problema de enormes dimensiones cuyo reflejo actual es sólo la punta del iceberg de lo que puede constituir en un futuro”.

De hecho, tal y como puntualiza a este medio María José Muñoz Juárez, directora médica de GSK España, “la situación en España sigue la tendencia global al alza. En 2023 se produjeron en nuestro país más de 150.000 infecciones y 23.303 muertes por infecciones resistentes a los antibióticos, según el estudio SEIMC-BMR 2023 en el que participaron 130 hospitales españoles. Una cifra que multiplica por 2️0 al número de muertes provocadas por accidentes de tráfico”.

Más allá del tratamiento

Las RAM no solo afectan la capacidad de tratar infecciones, sino que también pueden aumentar los costos de atención médica, prolongar la estancia hospitalaria, aumentar la morbimortalidad y tener graves implicaciones económicas y sociales.

“No hay que olvidar el aspecto económico que acompaña a la resistencia a antimicrobianos. Ésta cuesta anualmente a los sistemas nacionales de salud cerca de 9.000 millones de euros en Europa y 20.000 millones de dólares en Estados Unidos tan sólo en costes sanitarios, además de unos 35.000 millones de dólares en pérdidas de productividad”, señala Sanz Morales, que además añade que “ las perspectivas futuras son aún peores, ya que se estima que para el año 2050 los costes relacionados tan solo con la resistencia a antibióticos superen entre 300.000 millones y un billón de dólares al año en todo el mundo”.

Jesús M. Sanz, investigador del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

Para abordar este problema, los expertos reclaman una acción coordinada a nivel global que incluya la promoción del uso racional de antimicrobianos, el fortalecimiento de la vigilancia de resistencias, la mejora de la higiene y el control de infecciones, el desarrollo de nuevos antimicrobianos y vacunas, así como la educación y sensibilización sobre el tema.

Papel de las vacunas

Entre las diferentes acciones que se plantean para frenar este problema de salud pública se encuentran las vacunas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) podrían evitar hasta medio millón de muertes asociadas a la resistencia. Su papel para combatir las RAM es esencial, ya que consiguen la reducción de las infecciones de patógenos y esto también conlleva un menor uso de antibióticos. “Al prevenir enfermedades infecciosas, las vacunas reducen la necesidad de utilizar antibióticos lo que, a su vez, disminuye la probabilidad de desarrollo y propagación de bacterias resistentes a los medicamentos. Además, las vacunas fortalecen el sistema inmunológico, lo que puede reducir la posibilidad de infecciones secundarias que requieran tratamientos con antibióticos”, señala la directora médica de GSK España.

“Es importante resaltar que incluso las vacunaciones frente a virus tienen un efecto beneficioso sobre las resistencias bacterianas. Por un lado, muchas infecciones bacterianas aprovechan la oportunidad que brinda una infección vírica previa o simultánea y se suman a ella, y, por otra parte, en muchos casos la sintomatología de una infección vírica no difiere mucho de una bacteriana, lo que lleva a un determinado sector de la población a utilizar antibióticos, aunque sean inefectivos en esos casos, y sin embargo contribuyendo a la aparición de RAM”, asegura el experto del CIB.

La prevención juega un papel fundamental en la lucha contra las resistencias. “Junto con los antibióticos, las vacunas son una herramienta importante y, sin embargo, ampliamente infrautilizada para reducir la propagación de la resistencia a los antibióticos a nivel mundial”, añade Muñoz Juárez. “En este contexto, las vacunas están empezando a reconocerse como herramientas esenciales y altamente efectivas para mitigar la RAM”, indica.

La complejidad de nuevos antibióticos  

El desarrollo de nuevos antibióticos no sigue el ritmo necesario como para afrontar el futuro con mayor confianza. Tal y como apunta Sanz, “hasta los años 60 se descubrieron hasta 20 clases de antibióticos, que nos han durado unos 60 años. Sin embargo, desde entonces sólo se han comercializado dos tipos nuevos y hay otros dos en las primeras fases de desarrollo”. “Haciendo una extrapolación simple, se necesitarían 10 veces más de nuevas moléculas en muy corto espacio de tiempo si queremos mantener la efectividad contra las infecciones durante algunas décadas. Eso quiere decir que, aunque continuamente aparecen nuevos antimicrobianos, éstos son en realidad variantes de familias ya conocidas, con lo que el tiempo de la aparición de nuevas RAM cada vez se acorta más”, asegura el experto del CIB.

En este sentido, la directora médica de GSK España asegura que “el principal motivo de esto son las dificultades en la investigación, ya que el desarrollo de nuevos antibióticos es científicamente muy complicado. A esto hay que sumarle el hecho de que, tras haber desarrollado la investigación fundamental, se tarda entre 10 y 15 años en completar todo el proceso antes de que se pueda comercializar”.

María José Muñoz Juárez, directora médica de GSK España

Hacer frente a las RAM

A pesar de las complicaciones, la investigación sigue en búsqueda constante de nuevos paradigmas para afrontar las infecciones bacterianas. En este sentido, “uno de los procedimientos más esperanzadores lo constituye la terapia fágica o ‘fagoterapia’, que consiste en la utilización de bacteriófagos o productos derivados de los mismos, como determinadas enzimas; que son virus que infectan a las propias bacterias”, señala Sanz.

La fagoterapia posee unas características únicas que la diferencian de la terapia antibiótica química, como, por ejemplo, la especificidad frente a un determinado patógeno (sin afectar al resto de la microbiota) y la dificultad en la aparición de resistencias. Si bien se han documentado casos espectaculares de curación de infecciones mediante este procedimiento, en la actualidad sólo se mantiene como terapia de último recurso en algún país y es necesaria la realización de muchos ensayos clínicos que establezcan su eficacia y seguridad.

Por otro lado, la nueva generación de antibióticos se está desarrollando bajo la premisa de frenar el avance de las RAM. En este sentido, María José Muñoz Juárez explica que “en GSK centramos nuestro trabajo en nuevos enfoques científicos y tecnologías avanzadas como adyuvantes, bioconjugación y módulos generalizados para antígenos de membrana (GMMA); podríamos actuar sobre los patógenos que probablemente desarrollen resistencia y crear vacunas eficaces más rápidamente en comparación con los enfoques tradicionales”. Además, la experta recuerda que se trata de un problema complejo provocado por múltiples factores, “por lo que requiere un enfoque multisectorial unificado y un abordaje de salud integral o One Health”.


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