La investigación en cáncer avanza a un ritmo muy elevado. En tumores sólidos, la llegada de nuevas opciones de quimioterapia, inmunoterapia y mecanismos innovadores como los anticuerpos conjugados o biespecíficos están suponiendo una mejora en el pronóstico de diferentes neoplasias. En oncohematología, además de opciones innovadoras como los mencionados biespecíficos, hay otras como las terapias CAR-T que se están sumando al arsenal terapéutico, ofreciendo una nueva esperanza para los pacientes. Y más allá del tratamiento, otras opciones que se plantean de cara al futuro son las vacunas contra el cáncer.

Pero, como explica a El Global Vicente Larraga, investigador del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CIBMS-CSIC), al hablar de vacuna o vacunas contra el cáncer, hay que realizar ciertas especificaciones. “Se vienen utilizando tratamientos que parecen vacunas y algunos son vacunas preventivas, que no previenen el cáncer en sí mismo, sino el origen de la enfermedad”, detalla el experto. En cuanto a vacunas preventivas, concreta que “el caso más claro es la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH), que previene el cáncer de útero y el anal, pero no previene el cáncer en sí mismo, sino un agente vírico que lo puede ocasionar”.

Por este motivo, es necesario distinguir entre mecanismos de acción al hablar de vacunas y cáncer, atendiendo a las investigaciones que se están realizando en distintos tipos de tumores.

Inmunoterapia vs. vacunas

Larraga realiza esta distinción porque como indica, en ocasiones, se habla de vacunas en algunos tipos de cáncer, cuando conceptualmente, se administran agentes inmunoterapéuticos. “En cáncer de próstata metastásico hay casos que funciona la vacuna BCG (bacilo de Calmette-Guérin), y también hay investigaciones en cáncer de mama o colorrectal, pero lo que se hace es usar un activador del sistema inmune para que las células del organismo ataquen el cáncer y puedan vencerlo; es un concepto parecido, pero no es exactamente lo mismo que una vacuna”, apunta Larraga.

En definitiva, el investigador del CSIC incide en que “lo que se está usando ahora en cáncer es o prevención frente un patñogeno que pueda originarlo o una inmunoterapia”. “Lo que pasa en muchos casos de cáncer es que, de repente, las células cancerosas dejan de ser visibles para el sistema inmune; entonces, se extraen del organismo y se les introducen los antígenos que han cambiado y luego se vuelven a introducir, siendo de esta manera reconocibles y haciendo que el sistema inmune vuelva a funcionar contra ellos”, agrega. Por ello, se muestra cauteloso, expresando que no está claro que este mecanismo de acción se pueda encuadrar dentro de lo que se denomina vacuna. “Hay en determinados tipos de cáncer, como el melanoma, en que sí parece que se pueda conseguir una vacuna y las investigaciones aportan resultados prometedores, lo que significa que puede que esta alternativa llegue en un periodo de entre seis y 10 años”, afirma Larraga.

Al hablar de tiempos, el experto llama a la calma, puntualizando que estos proyectos avanzan “despacio”. “No hay que dejar de lado que el método científico es prueba y error y, aunque se vislumbren posibilidades de éxito, todavía no sabemos cómo ni cuándo obtendremos frutos”.

Con todo esto, Larraga asevera que “las vacunas contra el cáncer son una posibilidad si se mira el concepto de vacuna como algo muy amplio; no sólo el clásico, sino desde la vía de la inmunoterapia o bloqueando un virus que puede derivar en cáncer años después”.

Investigaciones sobre ARNm y ADN

Como explica Vicente Larraga, la COVID-19 y las investigaciones sobre vacunas que se realizaron a raíz de la pandemia han supuesto un antes y un después en la investigación de vacunas en cáncer. “Las vacunas de ARN mensajero (ARNm) son un avance tremendo”, asevera. Pero, a este respecto aclara que “todo tiene su lado bueno y el no tan bueno”. “Ya se están publicando trabajos en los que se ve que las pseudouridinas metiladas también modifican otras actuaciones del sistema inmune que hacen que funcione peor produciendo, entre otras, proliferaciones, y dejando escapar algunas células cancerosas”, apunta.

Por ello, más allá del avance que supone esta tecnología, es necesario seguir estudiándola para controlar todas las afectaciones del sistema inmune por su gran complejidad. Y es que, además de las células B dentro de este sistema, están las células T, y ambas tienen diferentes subtipos, con funciones ayudadoras, supresoras o reguladoras, entre otras. “Cuando uno tiene enfrente un sistema tan complejo como el inmune, que si se estimula de más puede provocar enfermedades autoinmunes y cuando funciona de menos puede dejar que se desarrollen enfermedades como el cáncer, en cualquier tipo de investigación hay que tener en cuenta todas estas modificaciones laterales”, desarrolla Larraga.

Así, el investigador considera que “además de estudiar el posible efecto del ARNm como vacuna en algunos tipos de cáncer, sería necesario hacer un estudio más completo, ya que cuando bajas la respuesta del sistema inmune, afecta a varios procesos y esto hay que controlarlo”.

Desde un prisma más positivo, Larraga pone de relieve que. “además de su importancia en COVID-19, lo más importante que han aportado las vacunas con ARNm es que han derribado una barrera mental”. “Antes había dos axiomas compartidos por todos los científicos que investigan vacunas a nivel mundial: que el ADN podía integrarse, lo cual es muy peligroso, y ahora se ha visto que no, que puede hacer su función y luego se elimina; el otro, que el ARN se degradaba con gran facilidad y ahora se han desarrollado métodos para conservarlo”, afirma. Ahora, al haberse roto estas dos barreras, se abren nuevas posibilidades en vías de investigación de vacunas que también podrían aplicarse al cáncer. “Con estos hallazgos, ya hay miles de grupos a nivel mundial trabajando sobre esto y, aunque no va a ser inmediato, puede que en cinco o 10 años podamos empezar a ver resultados”.

Heterogeneidad en oncología

Una consideración a tener en cuenta, indica Larraga, es que “a veces se habla de cáncer como una única enfermedad, pero son muchas”.  Al hablar de vacunas y cáncer, esto cobra más relevancia si cabe, porque cada neoplasia tiene características muy heterogéneas y complejas. Por este motivo, es necesario atender las especificidades de cada neoplasia para ver de qué manera se puede actuar contra ellas y tener controladas todas las dimensiones del sistema inmune para evitar perjuicios.  

Además, la suma de los avances en el conocimiento de cada tipo de cáncer y los hallazgos sobre vacunas, ayudarán a impulsar la investigación en este campo. Como recuerda Larraga, el final del siglo XIX y el siglo XX han sido esenciales en el conocimiento sobre vacunas; en este sentido destaca que algunos de los ‘fracasos’ durante el proceso, han sido clave para dar con nuevas vías de investigación. “Hubo un momento que se llegó a un límite porque hay patógenos que en lugar de estar en el flujo sanguíneo están en células del sistema inmune, por lo que se necesita otro tipo de activación celular; ahí es donde se hizo el gran avance y se rompió el muro”, explica. Siguiendo con esta metáfora, Larra agrega que “cuando se rompe un muro, entra agua, y este avance se va a notar mucho, tanto en diversas infecciones como en algunos tipos de cáncer”.


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