El ‘tijeretazo’ de Salgado ha cogido a Sanidad con el pie cambiado y trastocó su estrategia dilatoria
| 2010-06-11T17:00:00+02:00 h |

Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’

Una vez más, el invento ha muerto antes incluso de haber nacido. Sucedió con el popular ‘Informe Abril’, se repitió con la subcomisión parlamentaria que puso en marcha el PP en la época de José Manuel Romay Beccaría como ministro, y vuelve a ocurrir de nuevo ahora, como si la sanidad se empeñara en trasladar a la realidad la teoría del eterno retorno de Friedrich Nietzsche. La estocada descomunal propinada a los laboratorios, el golpe inesperado a los proveedores de productos y tecnología médica, la sacudida que sufrirán las cuentas de resultados de las farmacias con el ‘descuentazo’, y el mordisco injusto a las nóminas de los profesionales sanitarios, han dado al traste, por si a alguien le quedaban aún esperanzas, con el cacareado Pacto por la Sanidad. Máxime, tras la rectificación pública formulada por Trinidad Jiménez, descartando por orden expresa de Moncloa la posibilidad de incrementar el copago de los medicamentos o de poner en marcha uno ex novo para las consultas o la hostelería, como remedio para combatir la bancarrota.

Nadie habrá visto aquí ni en otras columnas mención alguna a la entelequia montada por Sanidad para distraer a supuestos entendidos, embaucar a despistados, entretener a los agentes del sector o sembrar simplemente cortinas de humo. Una vez más, el tiempo da o quita razones, aunque en este caso la predicción no fuera muy arriesgada. Exprimida la oferta hasta límites nunca antes vistos, y anulada cualquier actuación sobre la demanda por parte del Gobierno, poco o ningún margen de maniobra de actuación racionalizadora queda en el sector sanitario, más allá de la gestión pura y dura de los centros públicos. Y no parece que en este punto el PSOE renuncie a la demagogia y a la política esquizofrénica que practica, pues pocos argumentos, por no decir ninguno, le quedarían para atacar la actuación sanitaria del PP en sus comunidades en esta época preelectoral que se avecina. En estas circunstancias: “¿’Un pacto’ para qué y sobre qué?”, se pregunta con tino la ex ministra y vicepresidenta del Congreso, Ana Pastor, a la que tampoco le faltan dotes adivinatorias de hacia dónde va a moverse la sanidad en los próximos años. Decenas de comparecientes, cientos de actas, numerosos apretones de mano, algún que otro chascarrillo en los pasillos parlamentarios… Ningún resultado práctico. Tiempo perdido para los participantes, para sus señorías, para los bedeles y hasta para el Ministerio de Sanidad, departamento al que el ‘tijeretazo’ de Elena Salgado cogió con el pie cambiado y trastocó su estrategia dilatoria de decir que aquí no pasa nada, aunque esté pasando mucho.

El pacto, palabra tan rimbombante como etérea a la que tanto recurría Bernat Soria para justificar la inactividad de su ministerio, se va al traste. El Gobierno lo ha despojado de contenido y ha dejado sin credibilidad a parte de sus supuestos artífices. Salvo que el objetivo sea colgar al rival político el sambenito de nuevos sacrificios, lo que dejaría de ser pacto para convertirse en burda estratagema. No sería la primera vez que alguien intenta algo parecido en historia de la sanidad española.

Preguntas sin respuesta

¿Qué tres importantísimas sociedades científicas se opusieron enérgicamente a que Juan José Rodríguez Sendín formara parte del histórico acuerdo entre Farmaindustria y Facme?

¿Qué actuación mediática de un laboratorio suscitó un tremendo enfado por parte de la cúpula de Farmaindustria, partidaria del “perfil bajo”?

¿Qué personaje mueve importantes hilos ante la Agencia del Medicamento y es conocido ya en el sector como “el conseguidor”?

¿Qué dos altos cargos del Ministerio de Sanidad han catalogado de “rollo infumable” el libro blanco de Tomás Gómez sobre la Sanidad madrileña?