Es difícil extraer conclusiones positivas de una pandemia que ya ha deparado más de 3,2 millones de contagios y 69.000 fallecidos en España, y que aun no tiene fecha de caducidad —aunque parezca verse luz al final del túnel—.

Pero, en el análisis puramente profesional, los farmacéuticos comunitarios tendrían motivos de satisfacción en el balance de los últimos doce meses. No solo se han mantenido en primera línea de la atención sanitaria a la población, dando soluciones y respuestas al ciudadano ante el cierre, o limitación de actividad, de los centros de salud. También han visto cómo se abría la puerta a servicios históricamente demandados, como la dispensación a domicilio, o ligados a la lucha contra la COVID-19 (participación en cribados y realización de test rápidos).

“Ha tenido que llegar una gran crisis sanitaria para corroborar lo mucho que puede aportar la farmacia”, insiste Jesús Aguilar, presidente del Consejo General de Farmacéuticos. Sin embargo, la sensación en el colectivo —y en la máxima corporación farmacéutica nacional— es agridulce.
¿El motivo? Se considera que, pese a estos avances, se podría haber aprovechado mucho más —o se puede, dado que la crisis sanitaria persiste— a este colectivo en la lucha contra el SARS-Cov-2.

Por ejemplo, desde el Consejo General de Farmacéuticos se han hecho múltiples “llamamientos” a las Administraciones para aprovechar más la red de 22.102 oficinas de farmacia en esta lucha e integrar a las farmacias en las estrategias de Salud Pública.

En la Sociedad Española de Farmacia Clínica, Familiar y Comunitaria (Sefac) aseveran ese balance agridulce” “Las Administraciones sanitarias han tardado en reaccionar a la buena disposición que las farmacias han mostrado desde el inicio para colaborar más activamente en la resolución de la pandemia. Se han lanzado un sinfín de propuestas para el abordaje de la pandemia, que pese a las reticencias de la Administración, acabaron calando. Nuestra mano sigue tendida”, valora para EG Vicente Baixauli, presidente de Sefac.

De igual manera, desde la patronal farmacéutica FEFE se considera que el balance del primer año de pandemia deja “una de cal y otra de arena”. La de cal sería “el estatus de esenciales que han tenido los farmacéuticos en ella manteniendo la prestación”, apunta su presidente Luis de Palacio. ¿La de arena? “El desprecio y falta de sensibilidad del Ministerio” por cuestiones como la falta de protección y dotación de EPIs.

Primeros meses

La importancia que jugaría la farmacia en la crisis sanitaria quedó patente desde los comienzos de la misma. En concreto, desde que se decretó el estado de alarma y las farmacias se incluyeron en el grupo de “establecimientos esenciales” que permanecieron abiertos. “La cruz verde de la farmacia no se apaga”, fue el lema empleado por la profesión que se resumía el papel a jugar.


Rápidamente, y al albur de esta primera línea de la atención que suponían las farmacias, fueron desarrollándose diversas iniciativas por la vía de la urgencia y la necesidad. Es el caso de la entrega de medicación a domicilios de pacientes vulnerables —de la que se han beneficiado millones de personas— o la dispensación de medicamentos hospitalarios en farmacias para evitar las visitas a los hospitales (si bien solo articulada en varias CC.AA).

También cabe destacar la colaboración en el reparto de mascarillas a la población o diversos proyectos sociales como ‘Mascarilla 19’, del CGCOF, frente a la violencia de género durante el confinamiento domiciliario.

Realización de test rápidos

No obstante, si ha habido algo novedoso respecto a las funciones de las farmacias, a causa de esta pandemia, ha sido la participación directa de estos establecimientos en los cribados comunitarios de casos positivos de COVID-19. No sin dificultades de cara a que las Administraciones regionales obtuvieran el beneplácito de Sanidad para apoyarse en las boticas en estas estrategias.

El culmen de estas iniciativas se localiza en Madrid, donde, desde el pasado 1 de febrero, las farmacias previamente acreditadas puedan realizar test rápidos de antígenos a personas asintomáticas derivadas por centros de salud o Salud Pública. Los primeros datos indican que las farmacias madrileñas han detectado en torno a un 2 por ciento de positivos en el cómputo global de test realizados.

En otras CC.AA, como Galicia y Cataluña, las farmacias han actuado como gestores de estas pruebas, entregando kits de autodiagnóstico y/o recogiendo las muestras para su análisis.

Vacunación: imagen histórica

Otro ofrecimiento de la farmacia en el marco de esta pandemia ha sido el uso de las boticas como puntos de vacunación frente a la COVID-19. Así lo ha trasladado de forma oficial el CGCOF al Ministerio (sin respuesta positiva de momento) y lo secundan otras entidades profesionales. “Si se quiere ser eficiente será imprescindible implicar a las farmacias comunitarias en el proceso de vacunación masiva que se producirá en España a partir del segundo trimestre, en línea con otros países”, apunta Baixauli.

Ahora bien, recientemente se producía una imagen, aunque puntual, histórica. En Comunidad de Madrid, parte de las vacunaciones a los farmacéuticos comunitarios han sido realizadas por los propios farmacéuticos, dentro de un equipo formado también por médicos y enfermeros.