Un año para aprender

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Por Pilar Martínez Gimeno, presidenta Alianza General de Pacientes

Atrás dejamos el año 2020, en el que a todos nos sorprendió con la mayor emergencia sanitaria conocida de este último siglo. La pandemia derivada de la COVID19. No parece nada original pues hablar de ello, ya que todos cuantos nos desenvolvemos en el campo de la salud nos vemos obligados a hablar sí o sí de lo mismo. Situación que al día de hoy aún persiste.

La situación vivida ha originado cambios profundos en la vida de las personas. Y ha originado a su vez cambios profundos en la organización de nuestras entidades. Acomodarse a esta nueva realidad ha sido difícil, no solo para los pacientes, sino también para los profesionales y la administración, los cuales, por ejemplo, han tenido que elaborar, difundir e implantar, de forma continua y acelerada, nuevos protocolos y circuitos específicos. Además, todo ello con una revisión constante de su contenido para adaptarlos a las nuevas situaciones clínicas y los conocimientos que se están incorporando día a día. Todo ello ha llevado en algunos casos a generar cierta desconfianza del paciente sobre la seguridad del entorno sanitario.

La vida de los pacientes, especialmente los pacientes con dolor crónico de edad avanzada, ha cambiado de forma muy significativa al tener que adaptarse a una nueva situación resultado de la pandemia y a las medidas de salud pública adoptadas, en las que la repercusión del confinamiento y las decisiones puestas en marcha en las fases posteriores han impactado en la atención y calidad de vida de los pacientes.

La afectación a nuestro sistema sanitario ha sido de una extraordinaria envergadura. De una asistencia sanitaria caracterizada por estar orientada hacia las personas mayores y a los pacientes crónicos, todo ha sido reorientado hacia los pacientes con covid y en consecuencia todo ha cambiado.

Cambio asistencial

Esta pandemia ha puesto de manifiesto un cambio de paradigma en la atención de los pacientes crónicos. En la mayoría de los casos, se ha percibido un abandono en el seguimiento de su enfermedad. Se han sentido vulnerables por necesitar de esa asistencia sanitaria que mayoritariamente fue afectada o interrumpida por causa de esta pandemia, donde la prioridad era atender a pacientes con coronavirus. Se han anulado consultas y sobre todo se ha quebrado la continuidad asistencial.

Especial consideración merece la debilidad mostrada por la atención primaria, tanto en recursos técnicos como humanos. Hablar de prevención, de educación y de atención sanitaria es casi hablar del pasado.

La crisis sanitaria exige un cambio de modelo asistencial y la reorganización del Sistema Sanitario. (algo que nos preocupa, pues aún no se han implementado las medidas necesarias para ese cambio). La relación de los pacientes con sus sistema presenta grietas importantes. Es tiempo de acabar con las parcelas sanitarias y abordar mecanismos de coordinación sociosanitarias.

La relación de los pacientes con sus sistemas presenta grietas importantes. Es tiempo de acabar con las parcelas sanitarias y abordar mecanismos de coordinación sociosanitarias

Las anunciadas reformas tras el dictamen de la Comisión de reconstrucción social y económica de Congreso de los Diputados, ha de contemplar necesariamente una estructura que reconozca la cronicidad con refuerzos en la atención primaria.

La gestión de la pandemia ha resultado ser una tarea enormemente complicada, lo que ha llevado en ciertos momentos de la crisis sanitaria a paralizar la totalidad de la actividad asistencial, perjudicando principalmente las intervenciones quirúrgicas, las pruebas diagnósticas y consultas.

La consulta telemática ha permitido ofrecer una solución aceptable para realizar un seguimiento a muchos pacientes con dolor crónico. Sin embargo, la atención por vía telefónica no es suficiente en algunos casos para una adecuada relación paciente-profesional. Para algunos, existe cierta preferencia por la videollamada, ya que permite una interacción más presencial y se mantiene mejor la atención por ambas partes. El uso o acceso a la tecnología no es igual para todos los pacientes, sobre todo en aquellos que presentan un deterioro cognitivo elevado.

Estas acciones eficaces de alguna manera servirán para replantearse la asistencia sanitaria del futuro. No obstante, una vez pasada la pandemia, se deberá reevaluar la situación y aprovechar la experiencia para establecer regulaciones apropiadas a las nuevas formas de atención y trabajo que se han desarrollado como consecuencia de esta crisis.

Reorganización sanitaria

Si bien los efectos de la pandemia han sido y están siendo devastadores, debemos analizar y llegar a las conclusiones pertinentes acerca de los cambios que se han impuesto, y que con toda seguridad se van a mantener en el tiempo. La capacidad de reorganización del sistema debe venir acompañada no solo de recursos económicos, tecnológicos o humanos, también de reformas legislativas, que permitan cambiar las formas de asignar recursos y organizar nuestro sistema sanitario.

Hemos vivido tiempos difíciles, dónde los cambios se han precipitado en algunas ocasiones de forma acelerada y condicionada por la dimensión de la crisis sanitaria. Y aunque motivado por ello, algunos de los cambios han de contemplarse como estructurales de cara a futuro. La reforma del SNS así debe contemplarlo.

Las nuevas tecnologías han de ser pues un proceso de modernización, no excluyente de otras formas necesarias, sobre todo teneindo en cuenta la brecha tecnológica apreciable con claridad según las áreas geográficas de los pacientes.

Asimismo hemos de valorar el papel de todos los profesionales sanitarios. Esta pandemia ha puesto de manifiesto el rol de cada uno de ellos. Así por ejemplo el papel de la enfermería es importantísimo, tanto en el seguimiento de los afectados como en la monitorización y control de la adherencia. Otro colectivo que ha de operar en el ámbito de la asistencia sanitaria es la farmacia comunitaria. Parte de las deficiencias del sistema pueden ser abordadas desde este peldaño sanitario

Y hay que recuperar la centralidad del paciente, de todos los pacientes, no sólo los afectados por la COVID. La humanización del sistema pasa por recuperar a todos. De forma colectiva y de forma individual. La humanización dio un paso hacia la medicina personalizada, a la atención individualizada, y su mejor expresión lo constituía una relación médico-paciente directa y un tratamiento adecuado.

Que no se nos olviden las lecciones aprendidas.