c. ossorio Barcelona | lunes, 17 de marzo de 2014 h |

Sólo uno de cada 20 casos de adenoma colorrectal progresa a adenocarcinoma, pero lo cierto es que cada año se registran un millón de nuevos casos en el mundo de cáncer de colon, que supone una de las principales causas de muerte por neoplasia, y la relación entre el estadio en que se diagnostica y la supervivencia es claramente inversa, superando el 90 por ciento en fases iniciales para pasar al 70-75 por ciento de supervivencia en fase II, 50-55 por ciento en fase III y un 10 por ciento en estadio IV.

Sin embargo, como especificó Beatriz Carvalho, del Departamento de Patología del Centro Médico Universitario VU de Amsterdam, durante el Workshop sobre Genómica Traslacional en Biomedicina organizado por el Instituto de Investigaciones Biomédicas Augusto Pi i Sunyer (Idibaps) en Barcelona, en la actualidad no existe evidencia en ensayos longitudinales para definir ni predecir qué lesiones premalignas son de alto riesgo y evolucionarán a cáncer.

Desde su grupo, trabajan en el estudio de los cambios en el número de copias de ADN en los tejidos para entender mejor la biología implicada en la progresión tumoral y con el fin de identificar potenciales biomarcadores para una detección precoz. De hecho, han demostrado que aberraciones recurrentes en el número de copias cumplen un papel clave para que las lesiones precancerosas adquieran malignidad. En concreto, se trata de ganancias de 8q, 13q y 20q, y pérdidas en 8p, 15q, 17p y 18q.

Dentro de los oncogenes “candidatos” en la región 13q, Carvalho apunta a la involucración de DIS3 como potencial conductor en el proceso cancerígeno de adenoma a carcinoma. Mientras, TPX2 y Aurka, que se encuentran en distintas regiones cromosómicas de 20q, también fueron señaladas por la investigadora como genes clave en la progresión.

El caso de la LLC

Por su parte, Carlos López-Otín, del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular del Instituto Universitario de Oncología del Principado de Asturias y de la Universidad de Oviedo, repasó el conocimiento alcanzado sobre leucemia linfocítica crónica (LLC) gracias a la utilización de las nuevas tecnologías de secuenciación.

Así, el Consorcio Español de esta neoplasia de la sangre que supone el tipo de leucemia más frecuente en adultos, tiene como objetivo generar un mapa genético, epigenético y transcriptómico de las alteraciones o mutaciones que cumplen un papel en la patogénesis de esta enfermedad.

Entre los genes frecuentemente mutados en LLC, López-Otín destacó la relevancia funcional de NOTCH1, SF3B1, POT1,XPO1 y MYD88. A partir de análisis funcionales de éstos, está siendo posible describir rutas moleculares que permiten diseñar nuevas estrategias cada vez más específicas para mejorar el abordaje de esta enfermedad. Entre ellas, el experto citó el tratamiento con ibrutinib, un inhibidor de la tirosina kinasa de Bruton, aprobado por la Agencia Americana del Medicamento (FDA) para su indicación en LLC, en pacientes que hayan recibido al menos una terapia previa. Un tratamiento también eficaz en linfoma de células del manto, cuya compleja arquitectura genética fue abordaba durante la reunión por Sílvia Beà, del Idibaps, quien señaló que su grupo ha identificado 25 genes frecuentemente mutados, como los conocidos ATM o TP53 y otros nuevos como BIRC3 o TLR2. Además, SOX11 se afianza como un marcador de agresividad y prometedora diana terapéutica.