| viernes, 11 de diciembre de 2009 h |

Pablo Martínez Periodista e historiador

Un viejo cuento popular habla de la historia de un ratón que descubrió que en la granja habían colocado una trampa para ratones. Preocupado, advirtió a la gallina, al cordero y a la vaca para que tuvieran cuidado. Sin embargo, todos ellos despreciaron los consejos del ratón porque decían que no les afectaba. Una noche la ratonera saltó, había atrapado a alguien. Acudió la esposa del granjero medio dormida a ver la presa y ésta resultó ser una víbora, que la mordió en la mano. La mujer se puso muy enferma y el granjero mató a la gallina para hacerla un caldo. Como no mejoraba vinieron sus parientes a visitarla y el granjero sacrificó al cordero para darlos de comer. Finalmente la pobre mujer falleció, casi una multitud acudió al entierro y el granjero tuvo que matar a la vaca para atenderlos a todos. La moraleja es bien simple, todos los habitantes de la granja están interrelacionados.

El mundo de los medicamentos se parece mucho a la granja de este cuento. En estos momentos, las administraciones, preocupadas por el incremento del gasto farmacéutico que no son capaces de financiar, recurren a la ‘ratonera’ de un sistema de precios de referencia por equivalentes terapéuticos. Farmaindustria está pendiente de las patentes. Los fabricantes de medicamentos genéricos se encuentran agobiados por el descenso de los precios hasta niveles imposibles. Los fabricantes de medicamentos publicitarios están preocupados por las chinas que les ponen en su camino, dejando dentro de la financiación a moléculas que ellos producen. La distribución se encuentra agobiada por la competencia desleal de agentes ajenos que no cumplen los requisitos que a ella le exigen. Y las oficinas de farmacia están desesperadas por la pérdida de rentabilidad y la progresión inmisericorde de los descuentos del Real Decreto 5/2000 y los de las recetas de funcionarios. ¡Uf!, la ‘ratonera’ es peligrosa, pero afecta más a otros, piensa cada uno de estos agentes para sus adentros. Pues mucho ojo, que puede llegar una mala víbora y todo se enreda de la peor manera.