| viernes, 13 de abril de 2012 h |

@JoseMLAlemany en Twitter

Esta semana vamos a asistir a la mayor reforma de la sanidad española desde que en 1986 se creó el SNS. En esa transformación, motivada por causas económicas, los cambios en el ámbito de la farmacia van a ser protagonistas indiscutibles de la búsqueda de 7.000 millones de ahorro.

No me cabe la más mínima duda de que los decisores sanitarios son conscientes del enorme esfuerzo que desde junio de 2010 lleva haciendo el sector farmacéutico en su conjunto. Un mínimo de 3.000 millones de euros han sido ahorrados por las comunidades autónomas en estos meses. Aún así, se va a exigir un nuevo esfuerzo a la cadena del medicamento. Un esfuerzo que podría suponer el fin del sector tal y como lo conocemos, especialmente si se incide en las rebajas de precios.

Por ese motivo, y a pesar de que reconozco que hay que apretarse el cinturón en todos los ámbitos de gasto público, creo esencial priorizar. Y para ello, es necesario contar con buenos datos y, especialmente, no hacerse trampas al solitario. Por ello, quiero dejar constancia de algunos datos. Una reducción del gasto sanitario de 7.000 millones dejaría el porcentaje de PIB que dedicamos en España a salud en el 8,7. Por debajo de los países de nuestro entorno e, incluso, por debajo de Eslovenia y la República Eslovaca. Creo que es significativo.

Por otro lado, la necesidad de reducir el gasto en medicamentos a causa del supuesto gasto disparado que tenemos es irreal. Según los últimos datos oficiales, de 2009, en farmacia se gasta el 19,1 por ciento del gasto sanitario. Lejos del tan repetido 25.