Ha llegado la hora de tomar medidas para potenciar de verdad estos fármacos
| 2009-07-12T17:09:00+02:00 h |

Antonio González

es periodista del diario ‘Público’

No es ningún secreto que a la gran industria farmacéutica no le gustan nada los medicamentos genéricos. Sin embargo, esta postura, tan lógica como legítima, no debería significar un freno a la introducción de estos fármacos en el mercado, ya que su extensión, una vez superado el periodo de la patente de los medicamentos de marca, no hace más que aportar beneficios a los ciudadanos y también a las maltrechas arcas públicas. También supone un estímulo para que las grandes compañías farmacéuticas centren sus esfuerzos más en buscar nuevas moléculas que en tratar por todos los medios de alargar en lo posible, mediante artimañas diversas, la exclusividad de sus medicamentos de marca más allá de lo razonable.

En cualquier caso, una cosa es tratar de defender lo tuyo y otra muy distinta intentar poner palos en las ruedas del vecino, que es lo que, a la luz del informe hecho público la semana pasada por la Comisión Europa, parecen estar haciendo los grandes laboratorios. Y se trata, además, de una estrategia rentable, ya que las ‘prácticas empresariales’ de algunos de estos laboratorios les costaron a los sistemas sanitarios europeos unos 3.000 millones de euros entre 2000 y 2007, lo que supone un 20 por ciento de gasto extra, al provocar retrasos de siete meses en la llegada al mercado de los genéricos.

Pero no toda la culpa la tiene la gran industria, ya que, como reconoce la propia Comisión Europea, existen “deficiencias en el marco regulador” que hacen posible estas prácticas. En España, por ejemplo, pese a que todos los ministros de Sanidad desde 1997, que se dice pronto, han pronunciado solemnes palabras comprometiéndose a impulsar los genéricos, el mercado de estos fármacos representa sólo en torno al 7 por ciento en valor y al 14 por ciento en unidades, según datos de Aeseg. Cifras éstas muy alejadas de la media europea, donde más del 30 por ciento de la facturación del mercado se corresponde con estos productos genéricos.

Está claro que algo está fallando, y que la legislación aprobada hasta ahora por los sucesivos gobiernos o bien no se está cumpliendo o bien no es lo bastante efectiva. Para que tenga sentido, un medicamento genérico debe ser capaz de estar en el mercado el día siguiente al del fin de la patente del fármaco de marca. Es posible que la patente comunitaria y la reducción de la burocracia propuestas por Bruselas pudiera solucionar en parte el problema presentado, pero deben ser los propios gobiernos nacionales los que se tomen en serio el asunto.

Por otro lado, y al margen de su oposición a los medicamentos genéricos, también hay que tener en cuenta la eterna demanda de la industria farmacéutica de contar con un marco más estable para el desarrollo y comercialización de los fármacos innovadores, ya que tampoco es de recibo que las reglas de juego cambien constantemente en un sector que debe su desarrollo a inversiones millonarias de larga evolución.

En definitiva, lo que está claro es que ha llegado la hora de actuar, porque, como ha indicado la propia comisaria de Competencia de la Unión Europea, Neelie Kroes, en lo que respecta a la entrada al mercado de los genéricos, “cada semana y cada mes de retraso cuestan dinero a los pacientes y a los contribuyentes”. Y eso no puede ser.