Una de las grandes reflexiones que la pandemia ha puesto encima de la mesa es el desafío de la Farmacia para liderar nuestros sistemas de salud. Esta ha sido la idea vehicular en la mayoría de las sesiones del Congreso Mundial. Un desafío, que es a la par una oportunidad, por reconocer a la profesión farmacéutica como aliado básico en la estructura sanitaria de todos los países. Pero llevar a cabo las decisiones y propuestas del sector para combatir la mayor crisis de los últimos 100 años ha sido complejo y en ocasiones, no ha podido desplegar todo su potencial. Lars-Åke Söderlund, vicepresidente de la FIP, resumía esta idea en una frase: “La dificultad de liderar no sólo se debe a la dificultad de la crisis, también a la limitación de la creatividad para improvisar“.

“Tenemos la capacidad de respuesta para salvar vidas”

Ian Bates

Ian Bates, del Observatorio Farmacéutico Global de la FIP, relataba algunos de los grandes retos en materia de salud que las sociedades deberán atajar en los próximo años. Temas complejos como la crisis demográfica por el envejecimiento de la población, el aumento de la morbilidad o la dependencia de medicamentos complejos. Cuestiones que los farmacéuticos “como profesionales a escala global pueden dar soluciones, porque tenemos la capacidad de respuesta para salvar vidas”.

“Un modelo sensato e inteligente tendría que abordar lo que hacemos y podemos hacer”, explica el profesor Bates. Existe una escasez de profesionales de más de 15 millones, pero “nuestros gobiernos no entienden las complejidades de este reto“; razón por la que no se debe infrautilizar los recursos que la farmacia puede ofrecer. Para ello son dos los caminos que deben confluir a la hora de liderar un cambio a mejor en nuestros sistemas de salud: acelerar la respuesta a los problemas crecientes que la sociedad desarrolla y acceder a estrategias a largo plazo que permitan a los profesionales farmacéuticos desarrollar una carrera conjunta con el resto de profesionales sanitarios. Una cooperación beneficiosa para todos, aunque precise cambiar una cultura política y estructural para que la botica pueda desplegar todas sus capacidades.

“Hacen falta más contribuciones y aportaciones de los farmacéuticos a los servicios de salud, una sanidad que incluya a los profesionales de los medicamentos”

Ian Bates

Invertir en formación

Otro factor determinante es mejorar las competencias de los profesionales a través de la formación continuada y el impulso que realizan desde la FIP con estudios, informes y programas de mentoría que favorecen una educación basada en competencias. “Vamos a seguir publicando y trabajando para abordar la crisis de salud”. Y eso pasa por invertir en la profesión. “No son un coste para los sistemas, son una inversión en salud”. Como explica el profesor, existe una relación directa entre el nivel de desarrollo económico con dicha inversión: a más profesionales, el PIB es mayor.

Guiar los cambios del sector también requiere robustecer las estructuras de los países empobrecidos del sur sociológico porque, como hemos visto, los retos son transversales a todos los gobiernos e instituciones de cualquier parte del mundo. Según los datos de la Farmacia a nivel mundial recogidos por la FIP, en lo países con menos nivel de ingresos el número de profesionales farmacéuticos no se incrementa.

En definitiva, todos estos elementos se orientan a crear sinergias con el resto de profesionales sanitarios y liderar con ellos y la OMS los retos del presente y el futuro. “Hacen falta más contribuciones y aportaciones de los farmacéuticos a los servicios de salud, una sanidad que incluya a los profesionales de los medicamentos”. Una reflexión compartida por Katarina Fehir, presidenta de la EPhEU, que puso el foco en la colaboración gracias a tejer alianzas, apoyar a las boticas o crear incluso una especialidad de farmacia de emergencia, pero “también unirnos a otras iniciativas, involucrar a muchas personas, no podemos hacerlo solos“.

Ucrania y liderazgo de los farmacéuticos

La invasión rusa a Ucrania y la posterior guerra en el país ha sido una oportunidad para que la profesión demuestre que está preparada para involucrarse en las crisis humanitarias y tender la mano a quien lo necesita. Mark Koziol, presidente de la Asociación en Defensa de los Farmacéuticos, y otros compañeros quisieron ayudar a la población ucraniana para acceder con garantías a las medicinas. Su iniciativa trataba de evitar el envío masivo de productos en cajas porque no se entregaban en las mejores condiciones: muchos estaban caducados, faltaban medicamentos especializados o no se respetaba la cadena del frío.

Lo que hicieron fue educar para que, en lugar de mandar las medicinas sin ningún tipo de orden ni gestión, se destinaran recursos económicos a las farmacias para que fueran ellas las que compraran los medicamentos hospitalarios requeridos. Aprovechar la red de oficinas que conocían la demanda de los ciudadanos. Por otro lado, se aliaron con diversas ONG y desde Polonia gestionaron un transporte seguro en la frontera gracias a la estructura logística del sector. “Los Gobiernos no sabían que podíamos hacer esto”, exponía Koziol. A través de campañas de comunicación, anuncios, documentales, alianzas económicas, acuerdos legales con instituciones y el conocimiento de la red regional de farmacias, realizan una labor que a día hoy ayuda a miles de personas. “Unos cimientos que se pueden utilizar en próximas crisis“.


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