Dentro del proceso de investigación y desarrollo de una vacuna, sobre todo en aquellas que han de llevarse a cabo en un proceso acelerado, uno de los aspectos más importantes es la escalabilidad. Es el ejemplo de la búsqueda de una potencial vacuna contra la Covid-19. Más allá de la dificultad de encontrar un antídoto contra el SARS-CoV-2 en un tiempo récord que cumpla los criterios de seguridad y eficacia, se plantea la incógnita de saber cómo se va a hacer frente a una producción tan amplia para alcanzar una cobertura óptima.

En todo este proceso, las crisálidas pueden ser una potencial solución. La empresa Algenex ha desarrollado una plataforma tecnológica cuyos biorreactores no tienen un gran trabajo de ingeniería como base, sino que provienen de la naturaleza. Esta tecnología la denominan CrisBio. Así lo explica José Escribano, director científico de la compañía. “Utilizamos un organismo vivo que es un insecto; con ese insecto, en concreto las crisálidas, tienen en su interior millones de células en perfectas condiciones y no tenemos que hacer nada con ellas para que sean productivas”. Añade que, “para que estas células produzcan lo que queremos, la proteína que es el producto final, lo que hacemos es programar estas células con un virus que manipulamos genéticamente proteína a proteína y para cada producto que queremos obtener, necesitamos hacer un virus diferente”.

Alta escalabilidad

El virus que utilizan en Algenex es uno muy popular dentro de la industria farmacéutica: el baculovirus. Este es utilizado por diferentes compañías del sector para vacunas como la del virus de papiloma humano o algunas indicadas para la gripe. “Estos virus son muy seguros porque infectan al insecto, pero no a mamíferos ni al ser humano”, aclara Escribano. “Cuando tenemos este virus ya manipulado genéticamente, infectamos las crisálidas con el virus, la infección se propaga en sus células y dentro de esta se produce en grandes cantidades el producto que queremos obtener; el último paso es purificarlo y formularlo”, afirma el experto.

La principal ventaja de esta tecnología, única en el mundo, es que, como asevera Escribano, permite “automatizar todo el proceso tecnológico con robots, ya que los insectos son manejados por robots, al igual que las inoculaciones, lo que da la posibilidad de escalar la producción al nivel que se quiera”. Y es que, los insectos son muy prolíficos. De una pareja de mariposas, se pueden obtener mil crisálidas. Por ello, manejando un número relativamente bajo de insectos, se pueden llegar a producir millones de crisálidas. Es esta capacidad, como especifica Escribano, la que permite aumentar sustancialmente la capacidad de producción, ya que “cada una de estas crisálidas puede llegar a producir entre 10 y 80 dosis vacunales, en función del antígeno y la dosis con que se vaya a formular”.

Soporte a otras compañías

Al contar con estos biorreactores naturales, la compañía evita tener que construir e implementar diferentes soportes para aumentar la producción. Y este aumento de la producción se puede traducir en cifras. “Partiendo de una pareja de mariposas somos capaces de obtener 250 millones de crisálidas”, concreta Escribano. Y continúa agregando que, “si de cada crisálida produce 10 dosis, se obtendrían unas 2.500; para ello, hay que manejar todo de manera robotizada para que la manualidad no resrtrinja la producción”. Afirma que esta escalabilidad es posible puesto que “los insectos son únicos en la naturaleza, no hay otro organismo que se multiplique a esa velocidad”.

Más allá de usar estos biorreactores naturales para producir una vacuna de desarrollo propio, existe un caso en el que Algenex podría servir de apoyo en la producción a otras compañías. “La tecnología CrisBio sirve para todas las vacunas que se produzcan basadas en vectores baculovirus”, asevera.

Experiencia previa  

Actualmente, esta tecnología se está utilizando para tratar de desarrollar una vacuna contra la Covid-19. Sin embargo, Algenex cuenta con experiencias exitosas en otras vacunas. Escribano detalla que ya habían hecho previamente “ejercicios con la vacuna de gripe en tiempo récord, consiguiendo producir el antígeno en dos meses, un tiempo récord”. El experto plantea que en el caso de la gripe la velocidad es importante teniendo en cuenta que “es una vacuna que hay que renovar cada año”.

Igualmente, esta velocidad va a ser crucial en el desarrollo de una vacuna contra la Covid-19. “Cuando ha aparecido la Covid-19 hemos hecho este mismo ejercicio de desarrollar los antígenos vacunales con nuestra tecnología; ya tenemos producidas las proteínas, y esperamos testarlas en animales a la mayor brevedad posible”, apunta. Además, el hecho de contar con esta proteína tiene un valor añadido. “Estas proteínas también valen para el diagnóstico, las estamos enviando a diferentes empresas para que desarrollen test de anticuerpos puesto que es una tecnología muy versátil, escalable y barata”, indica Escribano.

Y otra de las características que se deriva de la aplicación de esta tecnología tanto para la vacuna como para los test diagnósticos es su accesibilidad. “Podríamos ser capaces de producir más millones de dosis que otras compañías y abastecer a un mercado que parece será mundial; además, al reducir sistemáticamente los costes tanto de inversión en factorías como de producción en la proteína, mejoramos el acceso a estas vacunas, especialmente en países en vías de desarrollo”, concluye.


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