La farmacia emerge más que nunca como punto de atención

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Por Jordi Casas, presidente del Consejo de Colegios Farmacéuticos de Cataluña

El 2020 ha sido un año intenso, marcado por una de esas pandemias históricas que suceden una vez cada mucho tiempo, que sacuden los pilares de la sociedad y las estructuras consolidadas, y que requieren un esfuerzo sobrehumano para hacerle frente. No fue hasta el mes de marzo cuando aquí empezamos a ser conscientes de lo que suponía realmente la COVID-19 y las consecuencias que podía comportar, dando como resultado de la ecuación una crisis sanitaria, social y económica que, como no podía ser de otra manera, también ha impactado en la profesión farmacéutica.


El farmacéutico, como profesional sanitario, desde el primer momento se ha puesto a disposición de la Administración para contribuir a descongestionar el Sistema, siempre teniendo como prioridad garantizar la seguridad de los ciudadanos y del personal de la farmacia. A su vez, el contexto actual ha supuesto un detonante para impulsar proyectos que se han sembrado durante años, y la farmacia ha emergido más que nunca como punto de atención comunitaria del Sistema de Salud, actuando como primer recurso cuando los centros sanitarios estaban sobrepasados por la presión asistencial del momento.


En esta línea, se ha contribuido a evitar desplazamientos innecesarios a Centros de Atención Primaria (CAP) gestionando el plan de medicación desde la farmacia, que ha garantizado la continuidad del tratamiento y/o el acceso a una nueva medicación prescrita sin necesidad de acudir al CAP. Dentro de estas nuevas funcionalidades, se permitía también alargar las prescripciones de larga duración caducadas a pacientes crónicos, según la valoración del farmacéutico. De la misma manera, se puso en marcha un circuito para la entrega de proximidad de Medicamentos Hospitalarios de Dispensación Ambulatoria (MHDA), a través de la farmacia comunitaria, y cuando la farmacia hospitalaria lo solicitaba.


Gracias a estas iniciativas, las farmacias han recuperado más de 6.000.000 de planes de medicación, han atendido a más de 79.800 pacientes crónicos con prescripciones de larga duración y se han hecho llegar a los pacientes más de 14.000 tratamientos de MHDA. Asimismo, ha sido imprescindible consensuar y aplicar protocolos con diferentes ámbitos asistenciales, como el proyecto Jo DIC! -acrónimo de Derivación, Intervención y Concienciación-, con el objetivo de promover una vigilancia epidemiológica integrada.


También ha sido muy comentado el papel de la farmacia en la detección y prevención de la COVID-19. Un ejemplo de ello ha sido la estrategia de cribado de la COVID-19 que se inició desde las farmacias del distrito de Les Corts, en Barcelona, el pasado mes de diciembre. En este proyecto, se ha seguido un protocolo muy similar al que se utiliza en el Programa de detección precoz de cáncer de colon y recto, al que lo abalan más de 10 años de experiencia, y gracias al éxito del piloto, actualmente se está planificando desplegar la iniciativa en el resto de Cataluña.


Del mismo modo, ha sido importante el papel de la farmacia como agente comunitario de salud pública, colaborando en la distribución de más de 9 millones de mascarillas a la población de manera altruista, proyecto en el que también ha sido imprescindible la colaboración de la Distribución.


No hay duda alguna de que la COVID-19 ha comportado muchísimo sufrimiento y esfuerzo entre la población y entre los profesionales sanitarios. Pero tal y como ha quedado reflejado en lo expuesto anteriormente, también ha ofrecido la posibilidad de demostrar todo lo que la red de farmacias es capaz de ofrecer como recurso sanitario de proximidad.


Pero creo que también es digno de mención toda la implicación del sector y de los farmacéuticos de cualquier ámbito de ejercicio. Sin ser un listado excluyente, los farmacéuticos hospitalarios han trabajado en la actualización constante de los protocolos de tratamiento a medida que se iban generando nuevas evidencias científicas; los farmacéuticos de Atención Primaria han creado e implementado circuitos que facilitan la gestión de los planes terapéuticos en coordinación con la farmacia comunitaria. Por otro lado, los farmacéuticos de Salud Pública han apoyado a los equipos de vigilancia epidemiológica, elaborando encuestas, recomendaciones de confinamiento domiciliario y estudiando los casos positivos y sus contactos.


Además, farmacéuticos que trabajan en el ámbito de los análisis clínicos han sido clave debido a la importancia de las pruebas diagnósticas. A su vez, desde la Distribución se ha hecho posible que los ciudadanos tuvieran acceso rápido a todos los medicamentos en cualquier punto del territorio. Finalmente, desde la Industria, se ha asegurado el suministro de los medicamentos esenciales utilizados en las UCI y se ha participado en la investigación de los potenciales medicamentos disponibles y/o vacunas.


En definitiva, esta pandemia ha actuado como catalizador, es decir, el acelerador que ha puesto de manifiesto la necesidad de integrar la farmacia como recurso de atención comunitaria dentro del Sistema de Salud. Asimismo, ha hecho imprescindible la comunicación entre los niveles asistenciales y los diferentes ámbitos de la profesión. Pero si esto ha sido así, ha sido porque detrás ha estado siempre presente la responsabilidad, el compromiso y la impecable labor de toda la profesión, demostrando más que nunca su vertiente asistencial.