Con 355 votos a favor, 263 en contra y 71 abstenciones, el Parlamento Europeo ha aprobado la resolución que contempla la suspensión de las patentes de las vacunas COVID-19. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha asegurado tras conocer la decisión que la propiedad intelectual debe protegerse porque “es la idea detrás del descubrimiento y mantiene los incentivos para la innovación en investigación y desarrollo”. Sin embargo, considera que las licencias voluntarias “son la manera más efectiva para facilitar el aumento de la producción”. Pero, ¿realmente esta será la solución definitiva para mejorar el acceso en todo el mundo?

El proceso de producción de una vacuna es complicado. Y es que, a diferencia de otros fármacos de síntesis química, donde la producción se puede escalonar sin principales problemas. A esta dificultad en el proceso productivo se suma la limitación de instalaciones a nivel global para la producción de estas vacunas. Es algo que los expertos y las propias compañías llevan meses alertando.

Apostar por una mayor colaboración con el Fondo COVAX y más solidaridad entre países son soluciones reales para asegurar el acceso

Entonces, ¿cuáles deberían ser las soluciones? Claramente la colaboración y la solidaridad entre países. La colaboración a través del Fondo COVAX es clave para conseguir un acceso universal a la inmunización contra la COVID-19. Y la solidaridad de los países con la exportación y donación de dosis, evitando el acopio de vacunas. Algo en lo que Europa ya trabaja. De las 600 millones de dosis producidas en Europa hasta ahora, cerca de 300 millones de dosis se han exportado a 90 países.

Ahora la pelota está en el tejado de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Ahí se iniciarán las conversaciones para decidir si finalmente se liberalizarán las patentes de las vacunas de manera temporal. Una decisión que puede ser crítica y que debe responder a un debate calmado y bien argumentado.


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