Cada vez estamos más cerca en España de alcanzar ese ansiado 70 por ciento de la población vacunada frente a la COVID-19. Según las cifras del Ministerio de Sanidad, más del 60 por ciento de los españoles cuentan ya con pauta completa, un hecho que nos acerca a cumplir el objetivo marcado por el Gobierno para finales de verano.

Sin embargo, lograr una cobertura de vacunación del 70 por ciento ahora mismo no significa que lleguemos a la inmunidad de grupo. Para ello, se necesitará un porcentaje superior “por la aparición de nuevas variantes y el escape parcial de estas a la protección de las vacunas basadas en epítopos RBD y S1 del virus primitivo de Wuhan”, explica Raúl Ortiz de Lejarazu, portavoz de la Sociedad de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), a El Global.

Llegar a una tasa del 85 por ciento o más, precisará, según Lejarazu, de la vacunación de los adolescentes. Y es que se debe tener en cuenta a ese “millón de personas vulnerables que no quieren vacunarse”, además de los niños menores de 12 años para los que aún no está recomendada la vacunación con ninguna de las vacunas autorizadas frente a la COVID-19.

Una enfermedad endémica

El futuro tras el coronavirus es incierto. Aún quedan muchas dudas pendientes de resolver. Lo que sí esperan los expertos es que la COVID-19 se comporte como lo han hecho otros virus similares.

“Cabe pensar que, una vez que hayamos vacunado por encima de los 12 años, la incidencia de casos bajará bastante, pero se quedará más o menos constante. Entraremos en una situación que llamamos en epidemiología de endemia de una enfermedad. Y es lo mejor que nos puede pasar”, afirma Ángel Gil, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública, en una entrevista con este medio.

Que la COVID-19 se quede como una enfermedad endémica, es algo previsible. Esto significa que, aunque tendremos un número de casos constante, como indica Gil, se podrán seguir produciendo algunos brotes. “Esto ocurre con las paperas: vacunamos, lo tenemos medianamente controlado, pero todos los años tenemos algún brote de parotiditis en gente joven, por ejemplo”, apunta el catedrático.

Lo mismo ocurre con las meningitis bacterianas, otro ejemplo que pone Ángel Gil: “También las tenemos controladas, pero sigue habiendo alguna incidencia de casos ahí constante, en torno a 0,25 o 0,5 casos por 100.000 habitantes”.

Eso sí, Gil cree que la incidencia con la COVID-19 alcanzará cifras más altas. “Me conformaría con que nos quedásemos por debajo de 50 por 100.000. Sería una endemicidad baja, que afectaría a los colectivos no vacunados y se podrían producir brotes en algún colectivo”, señala.

Continuar con la vacunación en vulnerables

Una vez la COVID-19 pase de ser una enfermedad pandémica a enfermedad endémica, se plantea la necesidad de continuar vacunando a la población más vulnerable, que es la que más hospitalización requiere y la que, desgraciadamente, mayor probabilidad tiene de fallecer. Y esto, según Ángel Gil, lo vamos a tener que mantener durante un tiempo amplio.

“Esa endemicidad obliga a que la gente vulnerable, en residencias, con una determinada edad o con una presencia de comorbilidades, tenga que vacunarse todos los años mientras tengamos esa situación, probablemente con una sola dosis al año”, opina Gil.

El problema de los no vacunados

“Aunque el virus infecta menos a niños y adolescentes por diferentes razones no bien explicadas (menos receptores ACE2, mejor respuesta innata, sistema inmune más inmaduro y joven, mayor porcentaje de células T naive, etc.) todas las enfermedades víricas respiratorias infectan a los niños en mayor o menor proporción”, aclara Lejarazu.

La COVID-19 no será una excepción. Sin embargo, el portavoz de SEIMC considera que las consecuencias a largo plazo posiblemente no serán tan malas, ya que “los niños podrían ir adquiriendo una inmunidad natural que sería de mayor recorrido sin las consecuencias graves de los adultos o ancianos”.

Es evidente que, una vez se vacune a un alto porcentaje de la población, se podrán dar casos en este sector de la población. Pero el problema, apunta Ángel Gil, no es que pueda haber casos entre los no vacunados, sino que pueden contagiar a otros. Por ello, insiste en la necesidad de seguir vacunando a la población más vulnerable.

Esto mismo sucede ya en el caso de la gripe, donde no se vacuna a los niños. “La mayoría de los casos de gripe se dan en gente joven, gente que no vacunamos. Pero, sin embargo, cuando nos fijamos en la hospitalización, se hospitaliza a la gente mayor: hay menos casos, pero son casos más graves”, asegura el catedrático.

Así, de cara al futuro, Gil considera que tendremos que integrar la COVID-19 como una enfermedad más de vigilancia y control, con medidas de prevención en las personas más vulnerables. Es más, añade que, en el caso de que la endemicidad fuera demasiado alta, habría que intentar alcanzar coberturas del 100% de la población y considerar la vacunación en niños. De hecho, ya se están haciendo ensayos clínicos de las vacunas de ARNm, tanto de Pfizer como de Moderna, para ver su aplicación en menores de 12 años.

Tratamiento COVID-19, en el punto de mira

Lo que está claro es que este virus ha venido para quedarse. Y es que las enfermedades que tienen un reservorio animal, como ocurre con la COVID-19 o la gripe, dificulta que se puedan erradicar del todo.

Por el contrario, “si el virus tuviera un reservorio exclusivamente humano y hubiera una vacuna esterilizante (que impide la infección) y protección de por vida, se podría erradicar el virus, como el sarampión, la rubeola o la poliomielitis”, expresa Lejarazu. En otros casos, la inmunidad es de duración limitada a años y se necesitan revacunaciones periódicas (dosis de recuerdo o booster) como en el tétanos o la tosferina.

Teniendo en cuenta que debemos convivir con la COVID-19, Ángel Gil recuerda que lo que haría falta de aquí a poco tiempo sería un buen tratamiento de la enfermedad de COVID-19. “Como vamos a tener un número constante de casos, lo ideal es que esas personas, aunque tengan que ser hospitalizadas, sea una hospitalización corta y tengan su tratamiento”, dice. “La vacuna es importante, pero buscar un tratamiento eficaz para ese número constante de casos que vamos a tener, también es importante”, concluye Gil.


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