MARCOS GARCÍA Nueva York | viernes, 23 de septiembre de 2016 h |

Antes de la que la 71ª Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) abordará la problemática de la resistencia antimicrobiana, tan solo otros tres problemas de salud pública — Sida, Ébola y enfermedades no transmisibles — había formado parte de la agenda de la institución. Tal es la gravedad del asunto que, al mismo tiempo que la asamblea abordaba y establecía recomendaciones a los estados para luchar contra este preocupante realidad, 13 grandes compañías farmacéuticas mundiales se comprometían públicamente a cumplir una hoja de ruta que contiene cuatro líneas de actuación concretas para poner coto a la resistencias antimicrobianas y sus efectos en la salud y economía mundial.

Allergan, AstraZeneca,Cipla, DSM, Roche, GSK, Johnson & Johnson, MSD, Kenilworth, Novartis, Pfizer, Sanofi, Shionogi y Wockhardt aseguran que la resistencia antimicrobiana representa un peligro palpable para los ciudadanos y aseguran en un documento que “se debe trabajar en mejorar el acceso a los antibióticos de alta calidad, vacunas y diagnósticos, invertir en I+D y colaborar con los gobiernos”.

Para lograr este objetivo se comprometen a reducir el impacto medioambiental en la producción de antibióticos, que incluye una revisión de la fabricación, suministro y la creación de un marco común para la evaluación y gestión de los antibióticos, que deberá estar instaurado en la industria en 2020.

La segunda medida que proponen las empresas consiste en asegurar que los antibióticos sólo son utilizados por los pacientes que realmente los necesitan. Para ello inciden en pedir esfuerzos de todas las partes implicadas en campos como la educación del paciente y los profesionales sanitarios, el análisis de las políticas de promoción de las empresas o el intercambio de datos de vigilancia, que a la postre son esenciales para reducir la compra de antibióticos sin control.

El tercer pilar sobre el que pivota la estrategia de las grandes farmacéuticas consiste en favorecer un mejor acceso a los antibióticos actuales y futuros, su uso adecuado y la reducción de la prevalencia. Para ello se fijan en los programas de mejora en el acceso a las vacunas y fármacos del VIH, la tuberculosis o la malaria.Para lograrlo se proponen trabajar con organismos internacionales y gobiernos para abordar el acceso específico, la sostenibilidad y el desarrollo de nuevos antibióticos, y de esa forma establecer nuevos modelos de negocio

Por último, las farmacéuticas abogan por explorar nuevas oportunidades para la colaboración abierta entre la industria y el sector público para hacer frente a los retos en la investigación y desarrollo de nuevos antibióticos, vacunas y diagnósticos.

Todos estos compromisos siguen los principios identificados y acordados en la ‘Declaración de la Industria’ que hicieron en el 2016 del Foro Económico Mundial de Davos y reflejan así la intención de las empresas para seguir contribuyendo de forma proactiva a los esfuerzos mundiales para abordar la resistencia antimicrobioana. Esta colaboración sin precedentes entre las compañías farmacéuticas marca un hito importante y las 13 compañías firmantes ejercen como representantes de más de un centenar de compañías y entidades farmacéuticas dispuestas a aportar su granito de arena para revertir la actual situación.

El plan de la ONU

Mientras la industria da muestras de compromiso con el combate a las resistencias antomicrobianas, la Asamblea de la ONU acordó crear un mecanismo de coordinación al más alto nivel e instaurar un plan de acción consistente en tres medidas, que deberá ser cumplido por todos los estados en un plazo de dos años. La primera aboga por desarrollar sistemas regulatorios y de vigilancia para el uso y venta de antimicrobianos para seres humanos y animales. Del mismo modo, la segunda medida exige promover la innovación en el desarrollo de nuevos antibióticos y mejorar el diagnóstico rápido. Por último, la tercera medida habla de que se debe apostar por educar a los profesionales sanitarios y a la población sobre cómo prevenir las resistencias bacterianas.

Antes de la que la 71ª Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) abordará la problemática de la resistencia antimicrobiana, tan solo otros tres problemas de salud pública — Sida, Ébola y enfermedades no transmisibles — había formado parte de la agenda de la institución. Tal es la gravedad del asunto que, al mismo tiempo que la asamblea abordaba y establecía recomendaciones a los estados para luchar contra este preocupante realidad, 13 grandes compañías farmacéuticas mundiales se comprometían públicamente a cumplir una hoja de ruta que contiene cuatro líneas de actuación concretas para poner coto a la resistencias antimicrobianas y sus efectos en la salud y economía mundial.

Allergan, AstraZeneca,Cipla, DSM, Roche, GSK, Johnson & Johnson, MSD, Kenilworth, Novartis, Pfizer, Sanofi, Shionogi y Wockhardt aseguran que la resistencia antimicrobiana representa un peligro palpable para los ciudadanos y aseguran en un documento que “se debe trabajar en mejorar el acceso a los antibióticos de alta calidad, vacunas y diagnósticos, invertir en I+D y colaborar con los gobiernos”.

Para lograr este objetivo se comprometen a reducir el impacto medioambiental en la producción de antibióticos, que incluye una revisión de la fabricación, suministro y la creación de un marco común para la evaluación y gestión de los antibióticos, que deberá estar instaurado en la industria en 2020.

La segunda medida que proponen las empresas consiste en asegurar que los antibióticos sólo son utilizados por los pacientes que realmente los necesitan. Para ello inciden en pedir esfuerzos de todas las partes implicadas en campos como la educación del paciente y los profesionales sanitarios, el análisis de las políticas de promoción de las empresas o el intercambio de datos de vigilancia, que a la postre son esenciales para reducir la compra de antibióticos sin control.

El tercer pilar sobre el que pivota la estrategia de las grandes farmacéuticas consiste en favorecer un mejor acceso a los antibióticos actuales y futuros, su uso adecuado y la reducción de la prevalencia. Para ello se fijan en los programas de mejora en el acceso a las vacunas y fármacos del VIH, la tuberculosis o la malaria.Para lograrlo se proponen trabajar con organismos internacionales y gobiernos para abordar el acceso específico, la sostenibilidad y el desarrollo de nuevos antibióticos, y de esa forma establecer nuevos modelos de negocio

Por último, las farmacéuticas abogan por explorar nuevas oportunidades para la colaboración abierta entre la industria y el sector público para hacer frente a los retos en la investigación y desarrollo de nuevos antibióticos, vacunas y diagnósticos.

Todos estos compromisos siguen los principios identificados y acordados en la ‘Declaración de la Industria’ que hicieron en el 2016 del Foro Económico Mundial de Davos y reflejan así la intención de las empresas para seguir contribuyendo de forma proactiva a los esfuerzos mundiales para abordar la resistencia antimicrobioana. Esta colaboración sin precedentes entre las compañías farmacéuticas marca un hito importante y las 13 compañías firmantes ejercen como representantes de más de un centenar de compañías y entidades farmacéuticas dispuestas a aportar su granito de arena para revertir la actual situación.

El plan de la ONU

Mientras la industria da muestras de compromiso con el combate a las resistencias antomicrobianas, la Asamblea de la ONU acordó crear un mecanismo de coordinación al más alto nivel e instaurar un plan de acción consistente en tres medidas, que deberá ser cumplido por todos los estados en un plazo de dos años. La primera aboga por desarrollar sistemas regulatorios y de vigilancia para el uso y venta de antimicrobianos para seres humanos y animales. Del mismo modo, la segunda medida exige promover la innovación en el desarrollo de nuevos antibióticos y mejorar el diagnóstico rápido. Por último, la tercera medida habla de que se debe apostar por educar a los profesionales sanitarios y a la población sobre cómo prevenir las resistencias bacterianas.

Promover la investigación de nuevos antibióticos

El compromiso de la ONU y de la industria farmacéutica internacional exige la participación de todos los actores implicados para adoptar las medidas acordadas. En este sentido, el presidente de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc), Rafael Cantón, aseguró a EG que “la investigación de nuevos antibióticos a veces es un trance para la industria en el sentido de que hay que poner muchos esfuerzos para sacar cualquier fármaco al mercado… Pero el tratamiento con antibiótico en infecciones, en la mayoría de los casos, es un uso agudo para una situación determinada, y las prescripciones no son tan altas. La recuperación en gastos de investigación no son rentables, en un principio”. Este alegato en favor de revisar económicamente el retorno de los antibióticos se suma a la petición sobre una nueva regulación. “En la legislación de las patentes, la vida que tienen para los laboratorios son limitadas en cuanto a tiempo. Habría que hacer un esfuerzo regulatorio, de nuevos aspectos legislativos que mejoren que se investiguen nuevos antimicrobianos y que cuando tengamos un antimicrobiano tratemos de mimarlo para preservarlo el mayor tiempo posible”, aseveró Cantón. Por otro lado, la Seimc ha hecho público una serie de medidas para combatir la resistencia antimicrobiana que aboga por el uso adecuado de los antibióticos en la medicina, en la ganadería y en la agricultura; y la apuesta en marcha de programas de optimización de uso de antibióticos en hospitales y atención primaria. Del mismo modo, piden la dotación de recursos necesarios para la detección de las resistencias bacterianas, el impulso de los programas multidisciplinares de vigilancia, prevención y control de la infección, la creación de una especialidad de enfermedades infecciosas y una mayor apuesta por la educación de los ciudadanos en el buen uso de los antibióticos.

El compromiso de la ONU y de la industria farmacéutica internacional exige la participación de todos los actores implicados para adoptar las medidas acordadas. En este sentido, el presidente de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc), Rafael Cantón, aseguró a EG que “la investigación de nuevos antibióticos a veces es un trance para la industria en el sentido de que hay que poner muchos esfuerzos para sacar cualquier fármaco al mercado… Pero el tratamiento con antibiótico en infecciones, en la mayoría de los casos, es un uso agudo para una situación determinada, y las prescripciones no son tan altas. La recuperación en gastos de investigación no son rentables, en un principio”. Este alegato en favor de revisar económicamente el retorno de los antibióticos se suma a la petición sobre una nueva regulación. “En la legislación de las patentes, la vida que tienen para los laboratorios son limitadas en cuanto a tiempo. Habría que hacer un esfuerzo regulatorio, de nuevos aspectos legislativos que mejoren que se investiguen nuevos antimicrobianos y que cuando tengamos un antimicrobiano tratemos de mimarlo para preservarlo el mayor tiempo posible”, aseveró Cantón. Por otro lado, la Seimc ha hecho público una serie de medidas para combatir la resistencia antimicrobiana que aboga por el uso adecuado de los antibióticos en la medicina, en la ganadería y en la agricultura; y la puesta en marcha de programas de optimización de uso de antibióticos en hospitales y atención primaria. Del mismo modo, piden la dotación de recursos necesarios para la detección de las resistencias bacterianas, el impulso de los programas multidisciplinares de vigilancia, prevención y control de la infección, la creación de una especialidad de enfermedades infecciosas y una mayor apuesta por la educación de los ciudadanos en el buen uso de los antibióticos.