El rápido desarrollo y fabricación de vacunas seguras y eficaces frente a la COVID-19 marcó un punto de inflexión a la hora de hacer frente a la pandemia. Asimismo, ha supuesto todo un hito en el ámbito de la vacunación en general. Los miembros del Grupo de Trabajo ‘COVID-19: Tecnología y planes de vacunación 2023’, organizado por Fundamed con la colaboración de Novavax, coinciden en que el esfuerzo de la comunidad científica, incluida la industria farmacéutica, ha sido excepcional.

Las compañías comenzaron una carrera a contrarreloj en busca de vacunas contra el SARS-CoV-2 que ha culminado en un gran arsenal a disposición de la población. Algo que no hubiera sido posible, por otra parte, sin la “colaboración público-privada”, tal y como destacan los expertos del grupo.

Actualmente, hay siete vacunas contra la COVID-19 aprobadas por la Unión Europea: la vacuna de Pfizer, de Moderna, de AstraZeneca, de Janssen, de Sanofi/GSK, de Novavax y de Valneva. Y, en España, todas ellas están autorizadas, excepto Valneva, tanto para primovacunación como para dosis de recuerdo.

Además de la velocidad en el desarrollo y fabricación y de la eficacia y seguridad demostradas, también destacan los procedimientos innovadores y las nuevas plataformas tecnológicas que se han utilizado para conseguir estas vacunas. Los expertos consideran que el desarrollo de vacunas COVID-19 es un proceso continuo que “se mantendrá durante un tiempo prolongado”. Y es que, recalcan, es importante contar con vacunas que puedan satisfacer tanto las necesidades actuales como las que puedan surgir en un futuro.

Más vacunas, más posibilidades

“La innovación debe ser una constante que mantener para ofrecer siempre las mejores vacunas a la población, tanto en eficacia como en seguridad, mejorando la calidad de las vacunas actuales”, apuntan los miembros del grupo. Y es que aún queda mucho por hacer. Los expertos indican que no todas las necesidades están cubiertas. Por ejemplo, no existe una vacuna universal frente a COVID-19 ni frente a otros coronavirus, la inmunidad no es permanente y mencionan la posibilidad de escape inmunitario a las vacunas actuales o la desconocida evolución de los afectados por COVID-19 persistente.

También es importante contar con diferentes vacunas porque no todas funcionan igual en todas las personas: “La inmunosenescencia y la inmunodepresión por condición médica o farmacológica requiere de herramientas preventivas más potentes que en personas inmunocompetentes con el fin de evitar hospitalización y muerte”, puntualizan los miembros del grupo de trabajo. Así, una vacuna frente a la COVID-19 de nueva generación tiene que presentar algún valor añadido, como incrementar la duración de la protección o ampliar el rango de protección frente a distintas variantes de preocupación. Asimismo, el genoma viral del SARS-CoV-2 cambia y la aparición de nuevas variantes con múltiples mutaciones provocan la necesidad de “elaborar productos con mayor amplitud de protección”.

La aparición de nuevas variantes con múltiples mutaciones provocan la necesidad de elaborar vacunas con mayor amplitud de protección

Por otra parte, algunos miembros del grupo consideran que la adaptación de la composición de las vacunas a las variantes en circulación parece lo lógico, pero “no es adecuado generar a la población la necesidad de vacunarse frente a una variante específica para estar protegido frente a la infección”. Además, el desarrollo de vacunas, por rápido que sea, lleva un tiempo que puede hacer que la vacuna específica esté disponible cuando la variante en cuestión ya no está circulando. “Deberían diseñarse y utilizarse vacunas que consigan cubrir el mayor espectro posible de variantes, no que induzcan el mayor número de anticuerpos ante una única variante”, explican los expertos.

Los beneficios de diferentes tecnologías

Contar con diferentes plataformas tecnológicas es “esencial” por su potencial aplicación a diferentes realidades asistenciales y distintos marcos operativos, según los expertos. “No nos podemos posicionar nunca en contra de otras tecnologías”, afirman.

Distintas plataformas pueden facilitar la logística de producción y garantizar que las vacunas contra la COVID-19 estén disponibles en todo el mundo. Además, permitiría asegurar el suministro en caso de cualquier eventualidad. Desarrollar un gran número de vacunas distintas también aumenta las posibilidades de que haya una o más vacunas que resulten útiles y demuestren seguridad, efectividad y eficacia, algo que permitiría estimular el sistema inmunitario de distinta forma y así inducir una respuesta inmune más amplia y consistente.

Contar con diferentes vacunas desarrolladas bajo distintas plataformas permitiría asegurar el suministro en caso de cualquier eventualidad

También es importante poder contar con vacunas que se adecúen mejor a la realidad epidemiológica. Los expertos mencionan la posibilidad de disponer de vacunas intranasales, que tendrían un impacto importante en la transmisión del virus y podrían ser una gran oportunidad para dar “estabilidad” y paliar el “cansancio” generalizado entre la población.

En este sentido, el grupo de expertos admite que las vacunas de proteína adyuvada, al utilizar tecnologías tradicionales, tienen un coste inferior a las vacunas basadas en tecnología de ARNm y sus condiciones de conservación y transporte son menos exigentes, lo que supone también un menor coste y redunda en una mejora de la sostenibilidad del sistema sanitario. Eso sí, hacen hincapié en que deben mostrar un coste-beneficio favorable y cumplir ciertos requisitos, como que demuestren seguridad e inmunogenicidad, eficacia y efectividad y que el perfil de seguridad no se vea mermado. Además, otro de los beneficios que aportan las vacunas de proteína adyuvada es que aportan una inmunidad más duradera, algo muy conveniente en personas mayores e inmunocomprometidas.

En definitiva, contar con diferentes vacunas desarrolladas bajo diferentes tecnologías permite obtener los beneficios que aporta cada una y la posibilidad de usarlas de forma adaptada. Además, los expertos hacen referencia a que la combinación de vacunas puede ser interesante para una mejor protección, aunque insisten en estar siempre atentos a la evidencia científica. Así, se podría ofrecer a la población un refuerzo heterólogo, algo que permite afrontar diferentes escenarios sociosanitarios de vacunación.

Dosis de recuerdo: ¿son necesarias?

A pesar de la incertidumbre que rodea a la pandemia de COVID-19, la situación va evolucionando y cabe esperar que pronto entremos en una fase de endemicidad. De hecho, recientemente, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, ha asegurado sobre la actual situación epidemiológica de la COVID-19 en España que “nos encontramos en un momento de una enorme estabilidad y una clara tendencia a la baja”.

Por ello, los expertos plantean escenarios futuros que, de continuar con la epidemiología actual, van dirigidos a una vacunación plurianual, aunque en España no se ha dado por el momento. En este contexto, será necesario ver si continuarán siendo necesarias dosis de recuerdo, incidiendo en la población de riesgo, y si deberían pasar a denominarse dosis ‘estacionales’, siguiendo un esquema similar al de la vacunación antigripal.

Ante la posibilidad de que la vacunación se mantenga durante varios años, disponer de vacunas que confieran una protección mayor es esencial. “Contar con vacunas más inmunógenas y que generen una protección más duradera, facilitaría mantener una mejor inmunidad de la población y, además, se evitaría el cansancio de la población”, indican los miembros del grupo.

En definitiva, las dosis de recuerdo son, por el momento, necesarias para mantener la protección y evitar casos graves, especialmente entre los más vulnerables (mayores de 60 años e inmunocomprometidos), aunque en el futuro, se deberían denominar dosis estacionales y plantear una vacunación anual solo para población de riesgo. Sin embargo, serán las autoridades sanitarias quienes tomen la decisión, siempre basada en la evidencia científica.


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