Santiago de Quiroga | viernes, 23 de noviembre de 2012 h |

El presidente de Grifols, Víctor Grifols, aprovechó su intervención la pasada semana ante el Instituto Español de Analistas Financieros para lanzar algunas ideas valientes y duras contra nadie y contra todos. “No invertiré un euro más en Cataluña ni en España”. “Haber surgido en España es una desventaja competitiva”. Y la realista: “Grifols no puede depender de un país que fija el precio de los medicamentos y luego no paga”. Sus afirmaciones están en la mente colectiva de todo el sector farmacéutico, pero las lanza todas a la vez. El principal problema de su queja es que no tiene receptor ni nadie que se pueda dar por aludido de forma plena.

Su queja es contra una cultura arraigada, un meme al estilo de Richard Dawkins, que se ha transmitido de cerebro a cerebro de los gobernantes: el error de que la industria farmacéutica puede aguantar no reconocer el valor del medicamento (tener un precio bajo) y no pagarle. ¿Haber nacido en España es una desventaja competitiva? Japón, Francia, Alemania, Reino Unido o Estadios Unidos tienen grandes biofarmacéuticas. ¿Es que Almirall, Esteve, Grupo Ferrer o Rovi no podrían estar en la liga de los grandes si se les hubiera apoyado como Francia a Sanofi, Alemania a Bayer o Reino Unido a GSK? Apoyar es reconocer su rol. Si en España solo se piensa en proteger la industria del automóvil y los bancos, mal vamos.

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