Los trastornos de la voz afectan a una de cada trece personas, según datos de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC). Profesiones que implican un uso prolongado de la voz, como docentes, locutores y cantantes, están particularmente expuestas. Además, los niños y niñas son especialmente vulnerables a la afonía funcional. “Se trata de un problema generalizado y motivo de consulta frecuente en las unidades de foniatría”, apunta Julio Maset, médico de Cinfa.

La voz es el resultado del aire que, tras ser exhalado por los pulmones, pasa por la laringe y hace vibrar las cuerdas vocales. Este sonido se amplifica en diversas cavidades de la cabeza, como la faringe, la boca, el paladar óseo, la nariz y los senos nasales, formando así el aparato resonador. Esta configuración única de resonancia es lo que otorga a cada voz su timbre característico, singular en cada individuo.

En este sentido, la afonía y la disfonía son los trastornos de la voz más comunes. De acuerdo con Maset, “la primera implica la pérdida total de la voz o que ésta sea prácticamente inaudible. Aunque la persona trate de forzar las cuerdas vocales para hablar, es incapaz de articular sonidos inteligibles. En el caso de que esta pérdida no sea total, pero exista dificultad para producir sonidos al hablar o de que haya cambios en la intensidad, volumen, tono o timbre, estamos hablando de disfonía o ronquera. Este segundo trastorno es, por tanto, menos grave y más frecuente y, si no se trata adecuadamente o si se complica, puede transformarse en una afonía”.

Afonía orgánica, funcional e, incluso, psicológica

La afonía puede derivar de causas orgánicas, funcionales e incluso psicológicas. Entre las orgánicas, la inflamación de la laringe destaca como una de las más frecuentes, dado que esta estructura alberga las cuerdas vocales en el sistema respiratorio. La laringitis puede originarse a raíz de infecciones o inflamaciones en las vías respiratorias, como el resfriado, así como por un uso excesivo o inapropiado de la voz, exposición a sustancias irritantes como humo, polvo o gases, consumo de tabaco o alcohol, y la ingestión de comidas demasiado picantes, frías o calientes.

“Entre las disfonías de tipo funcional, que son las más frecuentes, nos encontramos aquellas que se relacionan con el abuso y al mal uso de la voz, que suele tener que ver con la profesión del paciente. También los gritos excesivos o el llanto pueden provocar afonía en los niños, quienes pueden sufrir, asimismo, malformaciones congénitas”, señala Maset. Por otro lado, en el caso de la disfonía psicógena, no hay una lesión anatómica o neurológica sino que se trata de un proceso psicológico que conduce a la disfonía, como el miedo a perder la voz o una preocupación excesiva por el cuidado de la voz.

Si la afonía se debe a una infección o inflamación de la laringe, generalmente la voz se recupera en un plazo de dos o tres días con reposo en un ambiente cálido y bien humidificado. En algunos casos, el médico puede recetar antiinflamatorios para acelerar la recuperación. Si el reflujo gastroesofágico es la causa de la laringitis, puede ser necesario tratarlo con antiácidos y adoptar medidas como evitar alimentos condimentados o fritos, así como reducir el consumo de café.

Cuidados básicos para cuidar la voz

Los expertos recomiendan mantener las cuerdas vocales hidratadas, bebiendo líquidos abundantemente y a sorbos frecuentes, así como limitar el consumo de bebidas alcohólicas o con cafeína para evitar la deshidratación. Por otro lado, practicar una respiración adecuada, inspirando por la nariz en lugar de la boca y, al hablar, evitar retener la respiración y optar por una respiración abdominal para reducir el esfuerzo vocal.

Asimismo, utilizar la voz de manera adecuada, hablando con moderación en tono e intensidad. En entornos ruidosos, evitar gritar y tomar pausas para la hidratación, así como descansar la voz si se trabaja con ella o se es propenso/a a afonías. Para prevenir esto, se recomienda evitar carraspear en exceso, ya que esto puede inflamar las cuerdas vocales.

Mantener una buena postura corporal con la espalda recta y la cabeza alineada mejorará la resonancia vocal y reducirá la necesidad de hablar más alto, así como la tensión muscular en la columna. Una cuestión clave es no fumar, ya que el tabaquismo puede alterar permanentemente el tono y otras características de la voz. Los hábitos saludables juegan un papel clave, por ello hay que prestar atención a la alimentación, evitando alimentos y bebidas extremadamente fríos o calientes, así como comidas picantes. En caso de garganta irritada, optar por caramelos de regaliz, miel o cítricos en lugar de menta. Un buen descanso, evitando situaciones de agotamiento, estrés y tensión psicológica, también ayudan. Procurar dormir entre siete y ocho horas por noche, y si es posible, hacerlo de lado para reducir ronquidos y sequedad de garganta.

Evitar ambientes secos regulando el uso del aire acondicionado y la calefacción y, en caso necesario, considerar el uso de un humidificador para aumentar la humedad del aire. La temperatura ambiente debe ser adecuada y los espacios deben estar bien ventilados.

En caso de experimentar disfonías o afonías frecuentes o persistentes consultar con un profesional sanitario para descartar posibles patologías subyacentes y recibir orientación sobre el correcto uso vocal para prevenir futuros problemas de voz.


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