Carlos B. Rodríguez Madrid | viernes, 13 de enero de 2017 h |

A mediados de los años 90, las terapias antirretrovirales hicieron posible que el VIH pasara de ser una sentencia de muerte a una condición crónica. Antes, a finales de los 80, la llegada de las estatinas ayudó a salvar muchas vidas que de otra manera se habrían perdido como consecuencia de enfermedades cardiovasculares. Pero hoy esta realidad podría haber sido muy diferente si los gestores hubieran decidido introducir estas antiguas innovaciones aplicando límites o techos de gasto farmacéutico. Esto es lo que pretende demostrar el artículo Are Biopharmaceutical budget caps good public policy?, publicado en The Economist Voice. Sus autores sostienen que estas herramientas violan seis principios económicos.

El trabajo es una respuesta a los techos que utilizan algunos aseguradores públicos y privados en Estados Unidos, pero su mensaje es fácilmente extrapolable a los sistemas europeos. La renovación del protocolo que vincula en España el crecimiento del gasto farmacéutico al ritmo del PIB es el ejemplo más reciente de un proceso que cobró fuerza tras la recesión de 2008, cuando los estados miembro procedieron a introducir políticas de austeridad basadas en techos de gasto y criterios de cobertura y precio influidos por la disponibilidad presupuestaria a corto plazo.


Establecer límites máximos al gasto farmacéutico viola, según un trabajo, seis principios económicos


El puesto que hace años ocuparon las estatinas y los antirretrovirales lo ocupan hoy otros tratamientos. La inmunoterapia ofrece promesas para alargar la vida de los pacientes; la vacuna del papilomavirus ha reducido la incidencia de cáncer cervical; los nuevos antivirales de acción directa ofrecen tasas de curación muy elevadas a los pacientes con hepatitis C… La cuestión relevante, según los economistas, es si la innovación farmacéutica del futuro continuará el legado de los antirretrovirales y las estatinas o si se verá ralentizada. Y ésta es, añaden, una cuestión más política que de suerte, porque los descubrimientos médicos dependen sobre todo de la inversión en I+D que destinan tanto la industria como los gobiernos.

Se apoyan para ello en los estudios que señalan que cada avance que llega al mercado tiene detrás diez desarrollos fallidos. “Desde una perspectiva económica, por tanto, los innovadores deben recuperar el coste de desarrollar diez tratamientos por cada medicamento que pueden comercializar para una indicación en concreto”, sostienen los economistas. Y por todo ello, continúan, los techos de gasto farmacéutico ponen el foco en el acceso y no en la innovación. Ello explica, a su juicio, que si se hubieran introducido mediante esta fórmula, ni las terapias antirretrovirales ni las estatinas habrían llegado a tanta gente.

Los seis errores de los techos de gasto

Esta manera de proceder viola, a tenor de los expertos, seis principios económicos. En primer lugar, la consideración de inversión. “Los techos de gasto dan al gasto sanitario el tratamiento de un bien de consumo, “como ir al cine o comprarse una botella de vino”, cuando en realidad tendría más sentido cubrir un nuevo tratamiento si los beneficios potenciales, actuales y futuros, son superiores a los costes. En segundo lugar aseguran que el coste es una medida inadecuada del valor, ya que lo relevante es comparar el beneficio incremental con el coste incremental.

Un tercer error asociado a los techos es el de adoptar como guía la disponibilidad presupuestaria a corto plazo, algo que puede empeorar los resultados de cara al futuro, ya que muchas innovaciones muestran sus beneficios a medio y largo plazo. Junto a ello, recuerdan que la atención sanitaria proporciona un amplio abanico de beneficios a la sociedad, pues también mejora la productividad y reduce el coste en cuidadores.

En quinto lugar, apuntan a que las decisiones basadas en la disponibilidad presupuestaria actual se anclan en el statu quo: implican mayores barreras para las innovaciones que para lo que actualmente ya se financia, a pesar de que la evidencia pueda arrojar un uso inadecuado e ineficiente. Por último, recuerdan que “los consumidores valoran la innovación”, por lo que cuando la disponibilidad individual es superior al coste no es eficiente imponer límites al gasto.


“Cuando las decisiones sobre los tratamientos se consideran una inversión, los techos de gasto no son la respuesta”, dice el estudio


Todo esto hace pensar a los economistas que poner el foco en el corto plazo puede ser perjudicial a largo plazo. “Cuando las decisiones sobre los tratamientos se consideran adecuadamente como una inversión —concluyen—, los techos de gasto no son la respuesta; en su lugar necesitamos encontrar mecanismos que alienten decisiones de gasto basadas en el valor a largo plazo”.