curre en muchas estancias de la vida privada y/o profesional. Cuando se espera la llegada de algun acontecimiento importante, de manera especial si este es positivo o necesario, el tiempo parece trascurrir con lentitud. La espera desespera, que se dice.

Esa es la sensación de farmacéuticos y usuarios respecto a la dispensación sin necesidad de receta médica de test de autoadiagnóstico de COVID-19 en las farmacias españolas. Nos encaminamos a los tres meses desde que Sanidad sometiese a audiencia pública el proyecto de RD que lo posibilitará. El texto sigue a la espera del informe del Consejo de Estado para su presentación al Consejo de Ministros y publicación en el BOE.

Si ya era difícil de entender este retraso, el repunte de casos positivos de COVID-19 al que asiste España suma razones a aquellos que reclaman celeridad en su puesta en marcha

Si ya era difícil de entender este retraso, el repunte de casos positivos de COVID-19 al que asiste España suma razones a aquellos que reclaman celeridad en su puesta en marcha. Por ejemplo, el Consejo de Colegios Farmacéuticos de Cataluña ha pedido a Sanidad que apruebe “urgentemente” esta normativa a la vez que denuncian el “incomprensible escenario e incertidumbre” que provoca esta espera.

Basta hacer una ronda por ese termómetro que son las redes sociales para comprobar que la desesperación reina a ambos lados del mostrador de las farmacias. Hace ya tiempo que se aprovisionaron de estos test, si bien deben mantenerlos en los cajones de la rebotica mientras se incrementan las peticiones de los usuarios.

Es cierto que el desarrollo de una normativa tiene marcado un obligado recorrido, pero también lo es que, ante situaciones de urgencia, existen mecanismos legales para acelerar el proceso sin restar seguridad a la norma.