| viernes, 28 de enero de 2011 h |

Pablo Martínez, periodista e historiador

Los Estados Unidos entraron en la Primera Guerra Mundial el 2 de abril de 1917, tres años después de que hubiera comenzado. Aunque los intereses estratégicos de los norteamericanos en relación con el comercio marítimo coincidían con los de sus aliados europeos, la clase dirigente consideró necesario un tiempo para transformar una opinión pública favorable a la neutralidad. En mayo de 1915 un submarino alemán hundió junto a las costas de Irlanda el Lusitania, un barco de lujo inglés en el que viajaban 123 estadounidenses, pero ni siquiera esta agresión fue suficiente en aquel momento. Cuando finalmente el presidente Thomas Woodrow Wilson, que había ganado las elecciones de 1916 con un programa electoral antibelicista, planteó la entrada en la guerra, el senador por California Hiram Warren Johnson pronunció una frase por la que ha pasado a la historia: “La primera víctima de la guerra es la verdad”.

Esta anécdota me parece que guarda algún paralelismo con la actualidad del SNS español. Con presupuestos insuficientes desde hace años, la crisis ha dejado patente su insostenibilidad con las actuales prestaciones, pero no se traslada esa situación a la sociedad, quizá, porque se considera que no está madura para el recorte. Se han impuesto muchos sacrificios a los proveedores y a los profesionales del sector (entre ellos a los medicamentos, que de las 23 medidas de recorte aprobadas en los últimos 12 años, seis se concentraron en 2010), pero ninguna, hasta ahora, en el catálogo de prestaciones salvo en Galicia.

Podría pensarse que con una congelación de las pensiones y una reforma de las mismas en trámite, no se quiere cargar la crispación con unas elecciones locales y autonómicas el próximo mayo. El problema reside en que ya sabemos que los presupuestos para la sanidad de 2011 son insuficientes y que parece imposible que no sea necesario aplicar un tijeretazo drástico al catálogo de prestaciones. Esperar a que se pasen las elecciones puede tener alguna rentabilidad táctica, pero resulta deshonesto. La verdad es la primera víctima de la guerra y también de la crisis.