| jueves, 18 de marzo de 2010 h |

Pablo Martínez. Periodista e historiador

Históricamente, la humanidad ha identificado sus temores con bestias indestructibles. Por ese motivo, han sido considerados héroes, semidioses o santos a todos aquellos que han conseguido derrotar a minotauros, medusas o dragones. El Real Decreto Ley 5/2000 es la bestia que durante los últimos diez años esta devorando a los farmacéuticos y amenaza con aniquilarlos. No faltan en sus filas los aspirantes a héroes que piden abiertamente la derogación de una norma injusta, pero tener razón no es una arma suficiente para derrotar a este monstruo de 17 cabezas. La supresión del Real Decreto Ley 5/2000 supondría el inmediato incremento de la factura de la prestación farmacéutica pública que pagan las 17 comunidades autónomas existentes en nuestro país, algo que no dependen de ningún adalid de las farmacias, sino de un Ministerio de Sanidad y Política Social que actúa como árbitro y no se atreve a pitar una falta a los más fuertes.

Éste, imagino, es el escenario realista que han contemplado tanto el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid y la patronal de empresarios de farmacia madrileña, Adefarma, que han elaborado un estudio sobre el futuro de la oficina de farmacia. ¿Cómo es ese futuro que vislumbran los farmacéuticos madrileños? Muy negro, explican, sino cambian las cosas de aquí a 2014.

El presidente colegial, Alberto García Romero, y la presidenta de la patronal, Alexia Lario, no han rehuido señalar a la bestia y decir que es la culpable, pero, eso sí, con sentido práctico y posibilista. Su opción, similar a la de los reyes asturianos del siglo VIII, que aceptaron pagar el tributo de las cien doncellas al Emirato de Córdoba, es pragmática y reconoce una hegemonía que, por el momento, no es posible cambiar.

Lo que han dicho García Romero y Lario es: “Nosotros aportamos una cuota a la sostenibilidad del sistema, pero déjemela congelada al nivel de 2008, porque su carácter progresivo es lo que nos mata”. Para algunos, esta propuesta puede ser considerada como “un mal arreglo”, pero evidentemente resulta mejor que dejar las cosas como están, que cada vez van a peor, en el curso de un pleito que no tiene pinta de madurar del lado de las oficinas de farmacia.