C. R. Madrid | viernes, 26 de julio de 2019 h |

Imagine que un profesional sanitario de cualquier país europeo se hubiese quedado dormido en 1960 y se hubiera despertado hoy. Mucho de lo que vería sería diferente: pacientes más mayores que sobreviven más años y con más calidad de vida gracias a los avances terapéuticos; tratamientos muy complejos y técnicas diagnósticas no menos complicadas. Pero tardaría poco en darse cuenta de que otras cosas no han cambiado tanto. Entre ellas destacaría el mantenimiento férreo de roles tradicionales entre los profesionales sanitarios, con competencias repartidas a personas cualificadas para ejercerlas, sí, pero ancladas más en la costumbre o en la práctica que en la evidencia o las nuevas necesidades. El Consejo Asesor de Sanidad de la Comisión Europea tiene una opinión muy clara al respecto: “Esta situación debe cambiar”. En el informe titulado Cambio de tareas y diseño del sistema de salud, este panel de expertos no duda en reforzar el papel de los farmacéuticos, como profesionales que “pueden asumir roles sustancialmente más amplios”.

Existe una comprensión muy limitada acerca de cuál podría ser el ‘paquete óptimo’ de cambios a abordar en los roles profesionales en aras a conseguir la mejor calidad, seguridad y experiencia del paciente. Sobre todo, porque cuando estos cambios tienen lugar, casi nunca se evalúan. “En comparación a la entrada de medicamentos innovadores y de otros productos sanitarios e intervenciones, que están sujetos a una evaluación intensiva y a largos procesos de aprobación, la adopción de nuevos roles profesionales a menudo se lleva a cabo sin ningún tipo de control, salvo que esté vinculada a la implementación de nuevas tecnologías”, reconocen los autores de este informe.

Un repaso a la literatura inspirada en la práctica de los estados miembro muestra que hay competencias que pueden pasar de los profesionales sanitarios a los pacientes y a sus cuidadores, así como a otros profesionales sanitarios. Cuando estos cambios han sido evaluados, a menudo —no siempre— han venido asociados a resultados igual de buenos o incluso mejores que el statu quo. Estos resultados dependen en parte del contexto, lo cual implica que no se puede presuponer, sencillamente, que lo que funciona en un lugar se puede extrapolar a otro en los mismos términos. Lo que importa, según este informe, “es la evidencia, frente a las reglas tradicionales a menudo obsoletas”.

Vías para reforzar el rol del farmacéutico

Y la evidencia recabada en relación al papel del farmacéutico muestra que en varios países está asumiendo un papel mucho más activo en el manejo de los medicamentos, asesorando sobre interacciones, efectuando el seguimiento farmacoterapéutico, actuando como apoyo del paciente para mejorar la adherencia terapéutica y, en algunos casos, incluso ejecutando labores de ‘prescripción’, similares a las recién aprobadas en Francia. “Por ejemplo, los farmacéuticos se manejan tan bien o mejor que los médicos en el manejo de la anticoagulación”, según los autores.

Específicamente en relación al farmacéutico de hospital, el informe del Consejo Asesor de Sanidad de la Comisión Europea contextualiza el papel del farmacéutico en un contexto de progresivo envejecimiento poblacional, en el que un cada vez mayor número de pacientes toma múltiples medicamentos —con los consiguientes riesgos de interacciones— y en un población anciana cada vez más caracterizada por una condición de fragilidad, que obliga a adaptar las dosis a las funciones renales o hepáticas —por poner dos ejemplos— del individuo.

Según el informe, el manejo de situaciones como éstas requiere un conocimiento especializado de la farmacocinética “que en algunos casos está más allá de lo que se puede esperar del médico generalista o de que atiende a un paciente que presenta problemas de salud que están más allá de su especialidad”. Hay países que han potenciado en consecuencia la figura del farmacéutico de hospital, fomentando su rol con otros profesionales más allá de las paredes del Servicio de Farmacia y integrándoles en equipos multidisciplinares para tomar decisiones consensuadas —y a veces incluso dirigiendo las intervenciones—, por ejemplo, en torno a las altas hospitalarias. Los estudios llevados a cabo demuestran que esta participación regular del farmacéutico ha sido rentable y costo-efectiva y ha venido asociada con una menor duración de la estancia en el hospital y una mayor satisfacción, tanto por pacientes como por cuidadores.

La dificultad del cambio

El cambio es difícil. Requiere que los implicados estén convencidos de las razones que sostienen, no sólo un desafío a las jerarquías establecidas, sino también a las barreras legislativas o reglamentarias existentes.

Finalmente, es esencial, según los autores, “que los cambios se evalúen, los resultados se documenten y las lecciones se aprendan”, tanto en relación a lo que funciona como en relación a las circunstancias en las funciona. Aún reconociendo que una redistribución de roles entre las profesiones sanitarias “no es la panacea” para los desafíos que afrontan los sistemas de salud, cuando se basa en pruebas sólidas y se implementa de manera efectiva, puede contribuir de manera importante a los resultados de salud y a la sostenibilidad.