Cuando la Organización Mundial de Salud declaró la COVID-19 como una emergencia de salud pública de preocupación internacional el 30 de enero de 2020, el mundo no se podía imaginar las consecuencias que ha conllevado. Muertes, hospitalizaciones, secuelas, confinamientos, mascarillas y todo tipo de protección para evitar un virus que ha puesto ‘patas arriba’ nuestra forma de vida.

Dos años después, parece que la pandemia empieza a remitir y, por tanto, las medidas preventivas comienzan a relajarse. Es el caso de las mascarillas en espacios interiores. A partir del próximo 20 de abril, el uso de la mascarilla dejará de ser obligatoria en interiores, con la excepción de medios de transporte, centros sanitarios y residencias. Un anuncio que llega en un contexto de máxima fatiga social.

Diversas opiniones

Sin embargo, los expertos coinciden en que el hecho de que no resulte un imperativo, no debe ser motivo para dejar a un lado la responsabilidad. Así, instan a seguir utilizando la mascarilla en momentos y entornos en los que haya una percepción de riesgo.

Ángel Gil, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Rey Juan Carlos, entiende que el fin de la mascarilla “tiene que llegar tarde o temprano”. Lo importante, subraya, es que “se mantenga la costumbre de llevar una mascarilla siempre a mano y tener la precaución de utilizarla en aglomeraciones de gente”.

“Hay que ir pensando en quitarla, pero sin perder el principio de precaución y prudencia. Hay que valorar en cada momento dónde estamos y, en una situación de riesgo, no pasa nada por seguir utilizándola como medida de precaución. Hay que aplicar el sentido común”, explica el experto.

Por su parte, Vicente Martín Sánchez, coordinador del Grupo de COVID de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), muestra su apoyo a la decisión de las autoridades sanitarias. “Todos sabemos, ellos también, que cuando se eliminen las mascarillas habrá un repunte, pero lo esperado es que no sea enorme”, afirma.

“Mantener una medida que difícilmente se cumple es complicado”, remarca Martín. Aunque, en cualquier caso, insiste en que desde el punto de vista estrictamente médico y epidemiológico “está claro que la mascarilla evita contagios“.

Desde el Consejo General de Enfermería, coinciden en que hay que dar pasos haciendo una eliminación paulatina del uso de las mascarillas en interiores, pero consideran que es necesario valorar situaciones de mayor riesgo.

En la misma línea se ha pronunciado la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ), que destaca la importancia de mantener la obligatoriedad en personas con síntomas respiratorios y, en general, en cualquier local masificado o mal ventilado.

Totalmente en contra se ha mostrado la Sociedad Española de Medicina General y de Familia (SEMG). Lorenzo Armenteros, portavoz de la sociedad sobre COVID-19, discrepa de esta sintonía general. “Nuestra postura siempre ha sido muy similar e incluso en decisiones anteriores siempre hemos dicho que no veíamos que fuera el momento adecuado, con medidas que no tenían tanto valor en la prevención como el uso de la mascarilla”, advierte.

En su opinión, se trata de una medida placebo en un momento de máximo descontento social tras seis olas de COVID-19, una inflación tremenda y la preocupación por la guerra en Ucrania. En este sentido, el portavoz de SEMG recuerda las palabras de Sánchez el año pasado ante el anuncio de eliminar la mascarilla en interiores para “recuperar la sonrisa”. En esta ocasión, apunta, “veremos más cara de cabreo que otra cosa”.