Decía el filósofo y matemático británico Bertrand Russell que los científicos siempre se esfuerzan por hacer posible lo imposible, mientras los políticos se esmeran por hacer lo posible imposible. Y posiblemente esta reflexión pueda aplicarse al debate sobre el suministro que sobrevuela Europa. La ciencia ha conseguido que en menos de un año podamos disponer de vacunas eficaces para hacer frente a la mayor pandemia de nuestros tiempos. Y ahora que la tenemos el debate político parece dispuesto a borrar esta hazaña. ¿El motivo?: la falta de dosis. Pero, ¿realmente era algo que los gobiernos no se podían esperar? Desde que la COVID-19 comenzase a golpear con fuerza los sistemas sanitarios, todos los gobiernos unieron esfuerzos para promover y acelerar al máximo la investigación de vacunas candidatas. Pero hay algo en lo que no repararon, a pesar de las advertencias de los expertos: la producción es muy limitada.

Desconocemos el contenido íntegro de los acuerdos firmados entre la Unión Europea y las compañías y, por tanto, es realmente complicado poder posicionarse en este conflicto diplomático. Pero lo que sabemos es que producir 14.000 millones de dosis es un reto mayúsculo y, por supuesto, imposible de cumplir en pocos meses. Las fábricas de vacunas son escasas, pues son pocas las compañías que investigan y comercializan estas innovaciones y, además, los procesos de producción son muy complejos y con estrictos estándares de calidad.

Las fábricas de vacunas son escasas y las compañias que investigan se cuentan con los dedos de las manos. Otra vez más la falta de inversión en I+D lastra el progreso de los países

Y, ¿cómo puede ser que el mundo no pueda dar respuesta a esta demanda productiva? La respuesta posiblemente la encontremos en que invertir en vacunas nunca ha sido la gran prioridad de los gobiernos mundiales y, además, su compra se ha convertido con los años en una especie de mercadillo donde el objetivo era hacerse con las máximas dosis al menor precio posible. Es decir, la inversión en políticas de salud pública de los gobiernos era más bien escasa.

Y, como se dice, de aquellos polvos vienen estos lodos. Una vez más la falta de inversión lastra el progreso de los países. Ya lo vimos en marzo, cuando la falta de suministro de principios activos de China o India complicó la producción de ciertos medicamentos, o con la falta de mascarillas y EPIS. ¿Permitiremos que pase una vez más?


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