El sistema de distribución farmacéutico español es uno de los modelos más consolidados de Europa. Un modelo robusto que ha respondido y está respondiendo en un contexto de crisis de suministros como el que llevamos viviendo durante el último año.

Un modelo que garantiza el servicio a todas las oficinas de farmacia, sin importar su ubicación ni el nivel de demanda, de manera que las boticas que se ubican en zonas despobladas siempre pueden dar servicio a sus pacientes.

Sin embargo, la labor de las cooperativa ha evolucionado más allá de la distribución farmacéutica. Estas empresas están orientadas al servicio de la farmacia garantizando todos los requisitos regulatorios, técnicos, de calidad y sostenibilidad relativos a la cadena de custodia del medicamento.

Además, las cooperativas de distribución de medicamentos son algunas de las empresas con mayor concienciación e impulso en materia de sostenibilidad. El uso de medios de transporte sostenibles o cien por cien eléctricos, la optimización de la logística y la reducción del embalaje son algunas de las medidas que el sector está implementando para lograr reducir su huella de carbono.

Y es que, como ha quedado claro en la 23ª edición de Pharmalog, contemplar estos criterios en la cadena de valor de la farmacia para desarrollar un plan práctico que cubra los objetivos ESG (Enviromental, Social and Governance) y que, a su vez, salvaguarde las metas operativas y de negocio es esencial.

Al mismo tiempo, las distribuidoras tienen un importante papel a nivel social. Colaboran con numeras organizaciones sin ánimo de lucro, apoyan programas de salud y bienestar, educación y desarrollo comunitario, y llevando a cabo campañas de sensibilización y promoción de estilos de vida saludable.

Por todo ello, la distribución es mucho más que logística: es el eslabón indispensable para garantizar la salud.