Lo ocurrido con la suspensión del servicio de Atención Farmacéutica Domiciliaria de El Boalo ha puesto en evidencia muchas cosas. Casi ninguna buena.
| 2018-10-26T12:57:00+02:00 h |

Lo ocurrido con la suspensión del servicio de Atención Farmacéutica Domiciliaria que desde hace tres años es conocido y reconocido a nivel nacional y que ha convertido al municipio madriñelo de El Boalo y a su farmacéutica, Lucrecia Gutiérrez, en referentes asistenciales (alta satisfacción y mejora del 80% en cumplimiento terapéutico), ha puesto en evidencia muchas cosas. Casi ninguna buena.

Ha puesto de manifiesto cómo una guerra corporativista puede llevarse por delante un proyecto centrado en las personas, que no era ejemplo de mala praxis, sino de todo lo contrario, y que daba un nuevo sentido —uno práctico, alejado de toda retórica— al concepto de ‘humanización de la sanidad’. Las víctimas colaterales son seis personas, mayores de 85 años y polimedicadas, hoy desatendidas y que hasta hace unos días disfrutaban en su domicilio de un servicio que iba mucho más allá de la revisión de la medicación; también garantizaba la seguridad y la efectividad del tratamiento y daba respuesta a una demanda social.

Este caso también ha dejado patente la precariedad de los servicios sanitarios que se prestan en el entorno rural, donde el envejecimiento, la dispersión o la organización de los servicios (¿quién queda como agente de salud cuando el centro de salud cierra a las 14 horas?) han dejado al descubierto carencias hasta ahora solventadas a nivel municipal. Fue muy explícito el alcalde de El Boalo, en la rueda de prensa con el COFM: políticamente, no cabe hablar de despoblación sin poner los medios y los recursos necesarios. Y si son los propios municipios los que ponen los recursos —caso del programa de Atención Farmacéutica de El Boalo: 40 euros por paciente/mes, cofinanciados—, lo menos que se puede pedir es no poner palos en las ruedas.

En efecto, la gestión sanitaria es competencia de las CC.AA., pero la prevención se trabaja desde los municipios. Y que nadie malinterprete estas palabras: tras ellas no se esconde otra guerra de competencias, sino otro llamamiento a la colaboración en favor del paciente. De momento, nadie (ni la Consejería, ni los socialistas de la Asamblea de Madrid) se ha puesto en contacto con el alcalde de El Boalo, que en el presupuesto de 2019 mantiene una partida destinada a una actividad amparada por concierto pero cuya historia ha terminado siendo la del perro del hortelano.

¿Quién queda como agente de salud cuando el centro de salud cierra a las 14 horas?