| viernes, 29 de noviembre de 2019 h |

El tejido investigador se está rompiendo. España destina sólo un 1,24 por ciento de su PIB a Ciencia, lejos de la media de la Unión Europea. Y, lo que es más preocupante, los niveles de financiación actuales son similares a los que existían hace 15 años. Con estos datos no es de extrañar que la comunidad científica alce la voz, para mostrar su preocupación por una situación que puede acabar con el gran nivel investigador del que presume nuestro país. “O revertimos este estado de cosas o perderemos definitivamente el tren de la innovación e investigación puntera en cáncer”, asegura el presidente de la Asociación Española de Investigación sobre el Cáncer (Aseica), Xosé Bustelo.

No es el único, instituciones privadas como la Fundación para la Innovación Cotec o la Asociación Española de Bioempresas (Asebio) alertan ante la debilidad de ese tejido investigador, sobre todo por la falta de financiación. Mientras que países como Irlanda, Suecia, Reino Unido o Dinamarca dedican al I+D+i alrededor del 3 por ciento de su PIB, España destina sólo un 1,2 por ciento, menos que Italia y Portugal y muy lejos de la media de la Unión Europea que se sitúa en el 2 por ciento del PIB. No es casualidad que los países que más invierten en I+D son los que disponen de economías más estables. Porque no hay nada que aporte más riqueza que el desarrollo venga del sector que venga.

Esta situación está provocando que España pierda talento, sobre todo joven. Y si no se renueva el talento científico llegará un momento en el que nuestro país deje de estar en la foto del desarrollo, sin hablar en las consecuencias que eso tendrá para el avance médico. Sin investigación los pacientes no podrán participar en los ensayos clínicos que necesitan, el acceso a las innovaciones se verá dañado (aún más) y la riqueza económica dependerá únicamente de sectores claramente débiles ante la posible llegada de una crisis. Sin I+D no hay avance y sin avance no hay futuro.

El deterioro del tejido investigador afecta a la economía, al acceso a las innovaciones y, sobre todo, a los pacientes