Simplificar lo complejo es una de las tareas más difíciles que existen. Y es difícil no solo por la capacidad que se necesita a nivel técnico y de síntesis, sino porque fracasar en la tarea puede llevar consigo importantes implicaciones. Si por algo no se caracteriza la política farmacéutica es por ser un asunto simple, cuyo funcionamiento se pueda resumir en 10 minutos. Tratar de hacerlo a través de una plataforma como YouTube puede contribuir a aumentar el conocimiento o la desinformación. Este es sin duda el gran error que cabría achacarle al vídeo que la diputada Marta Sibina ha colgado en dicha plataforma para, entre otras cosas, denunciar la dinámica que durante década ha movido la maquinaria y la transparencia del sector farmacéutico, así como una supuesta ‘pinza’ del PP y del PSOE para mantenerla.
Las cosas por delante. Sibina es una diputada con excelentes cualidades, que ha sabido poner en práctica cada vez que le ha tocado actuar como portavoz: es cercana, tiene muy claras sus ideas y sabe cómo expresarlas. Y resulta no sólo legítimo, sino loable, que un político se exprese tan clara y abiertamente ante la ciudadanía. En definitiva, ha hecho su trabajo. Si lo que quería era repercusión mediática, lo ha logrado. Pero si lo que quería era conocer la respuesta a muchos de los interrogantes que plantea y que, ante su desconocimiento, asume como una especie de complot, entonces ha escogido una vía equivocada. Algunos de los comentarios que acumula este vídeo hablan por sí solos.
En un ambiente sanitario más polítizado que nunca, y que tiene en su punto de visión la participación del sector privado en sanidad y la dinámica de la industria farmacéutica en particular, algunas de las asunciones de Sibina no son más que innecesaria leña al fuego. Es necesario hablar del proceso de fijación de precios y reembolsos de los medicamentos en España y de si es adecuado en el momento actual o conviene revisarlo. Es necesario, también hablar del modelo de investigación, desarrollo e innovación para detectar sus pros y sus contras y avivar los primeros intentando limar los segundos. Pero bajo ninguna circunstancia conviene abrir este melón disfrazándolo de una conspiración que aleja todas las posibilidades de abordar la política farmacéutica desde un discurso racional.
Es necesario hablar de la fijación de precios y del modelo de I+D, pero desde un discurso racional