Si algo nos ha enseñado esta pandemia es a valorar ciertas cosas en su justa medida. El concepto de ‘valor’, que tan claro está desde una perspectiva puramente económica, se difumina en el contexto del Sistema Nacional de Salud. Ahora que las comparecencias en la Comisión para Reconstrucción tocan a su fin, es hora de llegar y reconocer, entre otras cosas, el valor del medicamento. Y tan importante como acordar posturas será plasmarlas en un papel. Porque el lenguaje importa y está claro que durante demasiado tiempo se ha hablado de gasto farmacéutico. ¿Qué tal si hablamos ya de inversión farmacéutica?

Para una empresa, invertir supone adquirir un bien duradero que contribuye a generar ingresos durante más de un ejercicio. Gastar, en cambio, únicamente genera ingresos en el ejercicio en el que se produce. Está vinculado a un consumo cuyos beneficios son ‘inmediatos’. Para la empresa pública, el consumo de medicamentos que alivian síntomas, que mejoran la calidad de vida, que cronifican enfermedades o que las curan no puede entrar en la categoría de gasto. Esto merma un valor que tiene una contribución directa en la salud de las personas e indirecta, en la propia economía, en forma de inversión en I+D, en producción, en bajas laborales…

En realidad, el problema del (mal)llamado ‘gasto farmacéutico’ ha sido analizarlo ‘per se’ como si fuera una partida independiente. Como si el consumo de medicamentos no tuviera relación con ninguna otra política sanitaria. ¿Por qué no analizar el consumo mensual de medicamentos en relación, por ejemplo, con el presupuesto dedicado a prevención? A nadie se le escapa que el medicamento ha estado cubriendo durante años uno de los mayores déficit del sistema: la falta de inversión en Salud Pública. Corregirlo está a nuestro alcance. Desarrollando la ley de 2011, financiando una política de prevención continua, que no sólo se active cada vez que viene una crisis sanitaria.

Como toda partida del presupuesto público, la de medicamentos debe controlarse, pero teniendo en cuenta que no hablamos de un bien de consumo normal y corriente. El análisis de los cuatro primeros meses de la factura farmacéutica ha demostrado con creces que el valor del medicamento está muy lejos de ser efímero. Tambien está detrás de las miles de vidas que se han salvado.