En la pandemia de la COVID-19 es difícil hablar de fases. De primeras, segundas o —esperemos que no sea el caso— sucesivas oleadas. Es difícil porque, simple y llanamente, la realidad dicta que el virus nunca se ha ido. No ha habido lugar al antes y después. Sí es cierto que de una época en la que parecía haber aminorado, asistimos ahora a un repunte de la pandemia y a la nueva necesidad de frenar la curva.

La relajación en las medidas preventivas y, conviene denunciar, los comportamientos irresponsables de parte de la sociedad —por pequeña que sea esa parte el efecto es de gran magnitud— han dado una segunda ‘oportunidad’ al virus para seguir haciendo mella. Pero, llegados a esta situación, la pandemia también da una segunda oportunidad a los decisores, de cara a afinar (y acertar, esperemos) en las estrategias de detección precoz, abordaje y contención de estos rebrotes.

Una buena forma de saber aprovechar esa segunda oportunidad es hacer un uso efectivo de 22.102 establecimientos sanitarios repartidos por todo el país y que se sitúan en la primera línea de la atención sanitaria: la red de oficinas de farmacia. Si algo denunciaron los farmacéuticos comunitarios en la fase más grave de la pandemia fue tanto su desprotección por parte de las Administraciones (con razón)… Como su infrautilización por las mismas (con la misma razón).

Una vez más, la farmacia ha dado, a iniciativa propia, un paso al frente. El Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos ha hecho público ya un “Procedimiento de detección precoz de pacientes con infección activa por SARS-COV-2 en la Farmacia Comunitaria” que ha trasladado a las autoridades sanitarias con el fin de colaborar desde la red de farmacias a la prevención en la propagación del virus. El objetivo de la propuesta es poner a disposición del Ministerio de Sanidad y de las Consejerías de Sanidad de las Comunidades Autónomas esa red de 22.000 farmacias españolas para la detección temprana de posibles casos positivos para el control de la epidemia, tenido en cuenta la evolución de la infección en los últimos días con la aparición de rebrotes en prácticamente toda la geografía española.

Es indudable —indican desde el CGCOF, acertadamente— que un elevado porcentaje de personas que presentan síntomas leves no contactan de inmediato con las estructuras sanitarias por no encontrarse lo suficientemente graves para hacerlo o por presentar síntomas que no coinciden con los habituales. Por ello, las farmacias son los establecimientos sanitarios idóneos para colaborar con las estructuras de Atención Primaria en la identificación de estos pacientes, puesto que pueden acudir a la farmacia para adquirir algún medicamento que mitigue su sintomatología inicial.

No cabe duda pues que la red de farmacias puede ser un recurso esencial para la detección precoz de la infección en estos momentos de rebrotes. De ahí que los farmacéuticos reclamen una mayor coordinación con los centros de salud o su integración en programas de identificación del COVID-19, por ejemplo con el desarrollo de estudios epidemiológicos y en el Sistema de Vigilancia Epidemiológica Española, a través de la creación de una Red Nacional de Farmacias Centinela de Salud Pública. Ahora le toca a las Administraciones responder.

En algunas Comunidades Autónomas ya se están poniendo en marcha programas de este tipo contando con la red de farmacias, como es el caso del estudio CovFaRMed, un proyecto de investigación para detectar casos leves de Covid-19 fruto de la colaboración entre el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Murcia y la Consejería de Salud de esta autonomía. Véase como un ejemplo a imitar o replicar. Porque la iniciativa es loable y positiva y forma parte de todo ese abanico de colaboración que ofrecen las boticas, pero insuficiente por sí sola.