La Oncología se ha convertido en el área que acumula mayor número de aprobaciones y ensayos clínicos en marcha. Si observamos los datos, el 32 por ciento (un total de 25) de todos los nuevos fármacos que recibieron dictamen positivo por parte de la Agencia Europea del Medicamento (EMA) en 2023 eran oncológicos.

Entre ellos aparecen nombres como Talvey (talquetamab, Janssen), para el tratamiento de pacientes adultos con mieloma múltiple recidivante y refractario; Elrexfio (elranatamab, Pfizer), para pacientes adultos con mieloma múltiple en recaída o refractario; Tepkinly (epcoritamab, AbbVie), para el tratamiento del linfoma difuso de células B grandes; o Tevimbra (tislelizumab, BeiGene), para el carcinoma de células escamosas de esófago.

Sin embargo, poder solicitar una autorización para el medicamento es fruto de años de investigación y prueba-error. De hecho, sólo siete de cada 100 fármacos consiguen llegar a la fase de comercialización.

La industria farmacéutica tarda entre 12 y 13 años en desarrollar y llevar al paciente un nuevo medicamento o vacuna. Se calcula que el coste, desde la etapa del descubrimiento hasta su aprobación, asciende a 2.284 millones de dólares.

Así, tal y como ha explicado a EG Amelia Martín Uranga, directora del Departamento de Investigación Clínica y Traslacional de Farmaindustria, las probabilidades de que un ensayo transicione de la fase I a la II es de alrededor del 52 por ciento, mientras que la transición de la II a la III es del 28,9 por ciento.

En este sentido, Oncología, que es el área donde existe un mayor volumen de investigación, también acumula el número más elevado de fracasos. “Tenemos en el mundo más de 6.800 ensayos clínicos en diversas áreas terapéuticas: 24 por ciento para oncología”, ha expresado Martín Uranga.

A su vez, la implantación de medicina de precisión agrega un nivel adicional de complejidad. “Exige” que las compañías biofarmacéuticas tengan que afinar en la investigación y desarrollo, ya que las posibilidades de fracaso pueden ser incluso mayores.

Para ello, las farmacéuticas están apostado por el uso de la digitalización como herramienta para hacer más eficiente el proceso de I+D de medicamentos.

Aunque el camino es largo y costoso, los avances en oncología se han traducido en el descenso de la mortalidad por esta patología, ofreciendo esperanza a los pacientes y resaltando la importancia de la innovación constante.