| viernes, 06 de abril de 2018 h |

Que las resistencias a los antimicrobianos son un problema global lo vienen reiterando las instituciones y organismos internacionales y europeos desde hace tiempo (ECDC, OMS). De hecho, en 2017 Europa planteó el plan de acción One Health para trasladar que, en este asunto, o bien avanzamos juntos o nos retrotraemos al pasado. No estamos para despreciar los avances de los últimos años, los nuevos antibióticos han supuesto un salto cualitativo pero, ¿por qué cuesta tanto que se realicen estudios sobre el uso de antibióticos y su adherencia? Es un tema complejo que implica a industria, investigadores y a los pacientes, todos deberían asumir su responsabilidad. El mal uso y abuso de los antibióticos, que utiliza todo el mundo en el día a día, proyecta matar a más personas que el cáncer en 2050, un enemigo poderoso contra el que hay que luchar.

En el entorno hospitalario la preocupación del cumplimiento de los tratamientos es inexistente pero, qué sucede fuera de sus puertas. Elegir el tratamiento antimicrobiano correcto y mantener la adherencia son los dos frentes en los que hay que dar la batalla. Las armas están disponibles y, cuando se trata de infecciones graves, son antibióticos muy complejos que sólo los especialistas deberían ‘empuñar’. Así lo defienden los infectólogos que se enfrentan cada día a este ‘enemigo’. Eso sí, ayudados por los demás profesionales sanitarios que, como los farmacéuticos, tienen mucho que decir en lo que adherencia se refiere, una vez que el paciente está dado de alta.

Una estrategia que pasa por que se desarrollen nuevas formas de administración que liberen al paciente y al sistema de la carga del presencialismo. Si un día de ingreso en una UCI cuesta 3.000 euros, frente a los antibióticos innovadores, el resultado es el popular refrán invertido, ‘lo caro sale barato’. Como arenga final para la guerra que nos espera solo cabe decir: “profesionales sanitarios, uníos”.

Las ‘armas’ disponibles en infecciones graves, son antibióticos complejos que sólo los especialistas deberían ‘empuñar’