| viernes, 22 de junio de 2018 h |

El equipo de salud está compuesto por el paciente y todos los profesionales de asistencia sanitaria que tienen responsabilidad en el cuidado del paciente. Este equipo necesita estar bien definido y necesita buscar activamente colaboración. Los farmacéuticos tienen que jugar un papel importante en este equipo”. Quien suscribe estas palabras no es otra que la Organizacion Mundial de la Salud, que ya en el año 2006 presentaba en su manual ‘Desarrollo de la práctica de Farmacia’ un epígrafe (el 1.7) bajo el título ‘El farmacéutico como miembro del equipo de salud’.

En pleno siglo XXI, resulta difícil de entender que un movimiento como el de los antivacunas siga ganando adeptos, a pesar de la abrumadora evidencia que existe en torno a la inmunización como estrategia que previene enfermedades y que salva vidas. De la misma manera, resulta difícil de entender que a estas alturas siga siendo necesario reconocer, no ya la contribución que realiza al sistema sanitario el farmacéutico, sino el lugar que ocupa en el equipo de salud.

En la misma semana en la que la Organización Mundial de la Salud y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico han vuelto a dar su respaldo al papel de la farmacia, incidiendo en la necesidad de asignarles nuevos roles a los profesionales, hemos tenido que escuchar voces desde Enfermería que se refieren a los farmacéuticos como “las personas que se ganan la vida vendiendo medicamentos”.

Lejos de ahondar en las heridas, es palpable que aún queda mucho espacio para mejorar la colaboración interprofesional, desde el respeto absoluto a las competencias de cada uno, que deben ser complementarias; nunca sustitutivas. Olvidarlo es olvidar el propio discurso que mueve al sistema sanitario: que su eje no es ninguno de los profesionales sueltos que lo componen, sino el paciente, por el cual todos deben trabajar juntos.

Queda mucho camino para mejorar la colaboración entre profesionales sanitarios, que se deben complementar y no sustituir