Buenas sensaciones. Son las que ha dejado que el nuevo ministro de Sanidad sea de formación sanitaria, lo cual no suele ser habitual. En concreto, farmacéutico, por primera vez en la historia de la Democracia. Ello es motivo de orgullo, optimismo y tranquilidad para la profesión farmacéutica. Como han declarado los representantes del sector a El Global, celebran que el nuevo ministro sea “compañero”.  Todos coinciden en que ayudará a terminar de integrar la figura del farmacéutico dentro de Sistema Nacional de Salud (SNS) y que entenderá “la colaboración” que pueden aportar.

Buenas intenciones. Son la que ha mostrado el nuevo titular de la cartera de Sanidad en su toma de posesión. José Manuel Miñones ha dejado claro que se compromete a trabajar con la premisa de “inversión en salud” y desterrar la idea de “gasto en sanidad”. Los efectos colaterales de la pandemia parecen haber dejado mella (positiva) en la conciencia de las autoridades. Más es menos en este escenario. De la misma forma, Miñones ha lanzado mensajes en los que ha implicado de forma específica a los farmacéuticos —presentes en todo momento en las enumeraciones de los actores que tener en cuenta—, rememorando el “juramento y principio” que lo guía desde su etapa en la facultad de Farmacia de Santiago de Compostela.

Buena disposición. Es la que asegura el sector de la industria, que se ha ofrecido a colaborar sin miramientos con el nuevo ministro de Sanidad y también con su homólogo de Industria, Héctor Gómez, y ha brindado su plena disposición a seguir trabajando en la misma línea. Tal y como ha recogido EG, las principales patronales no han tardado en ofrecerse a remar juntos para afrontar los retos de los meses siguientes.

Y ahora hay que hablar también de lo ‘negativo’: las (muchas) tareas y del poco tiempo que tiene para llevarlas a cabo. Por ejemplo, desde el Congreso de los Diputados le piden trabajar en los tiempos, valga la redundancia. En concreto, en una mayor equidad y en el acceso a los tratamientos de cáncer entre comunidades autónomas y acabar con las demoras que presenta España para financiar las innovaciones.

Son nueve meses de una carrera contrarreloj para coger el buen ritmo que se espera de la cartera de Sanidad. Nueves meses de los que seis estarán marcados por la presidencia europea de España.

Lo dicho: buenas sensaciones, tiempo limitado.