| viernes, 25 de enero de 2019 h |

La situación de las enfermedades infecciosas, unida al auge de las resistencias a los antibióticos es un hecho, no una opinión. La saturación de las urgencias, principal puerta de entrada al sistema sanitario junto a la atención primaria, tampoco responde a cuestiones de fe, solo hace falta pasearse por los hospitales españoles. Si a eso le unimos que todos los profesionales que realizan ambas especialidades médicas están condenados a no poder trabajar fuera de nuestras fronteras porque no tienen forma de demostrar su especialización se obtiene un cóctel de desigualdad que debe solucionarse. No es arbitrario, ni tampoco difícil, argumentar de esta forma.

El Ministerio, sin embargo, va a trabajar en una norma que establezca una serie de requisitos para que una práctica clínica pueda ser especialidad. Sobre el papel, la iniciativa es necesaria porque no se debe estar al albur de impulsos momentáneos. Pero hay excepciones que no tendrían que esperar a esta norma. No se trata de un experimento patrio si no que estas especialidades disfrutan de su reconocimiento en la mayoría de los países europeos de nuestro entorno. Con todo, la parte positiva es que este Real Decreto contará con las sociedades científicas; la negativa, el tiempo que puede tardar en ver la luz un texto en fase incipiente que quiere contar con todo el mundo.

La Comisión de Recursos Humanos, convertida en un amago de Consejo Interterritorial por la presencia de una decena de consejeros, hacía presagiar que saldrían adelante lo que los mandatarios autonómicos demandan cada vez que se les cuestiona por el reconocimiento de especialidades. No fue así pero sí hubo una promesa velada: ese futuro Real Decreto puede que incluya de facto el reconocimiento de Urgencias e Infecciosas. En términos prácticos, significa perder un poco menos de tiempo: menos es nada.

Más allá de estas especialidades, el Ministerio no debería tardar en dar salida al registro de profesionales, una verdadera herencia envenenada que lastra al Sistema Nacional de Salud. ¿Se imaginan que una empresa no supiera el número de empleados que tiene? Es absurdo pretender atajar el déficit de profesionales sin ni siquiera tener una base de datos actualizada de los que hoy trabajan en el Sistema Nacional de Salud. Por suerte, parece que los problemas técnicos se han superado.