| viernes, 23 de noviembre de 2018 h |

El Ministerio de Sanidad se ha lanzado a tratar de solucionar un eterno debate de confrontación entre profesionales: la troncalidad. Las aguas por las que van a peregrinar María Luisa Carcedo y su equipo son pantanosas porque son asuntos para los que la fórmula mágica de contentar a todos es una quimera, sobre todo cuando se trabaja a contrarreloj como lo va a hacer este Gobierno a partir de ahora.

La opinión entre los diferentes profesionales augura que el debate será tenso. Pero el trabajo que debe hacer el Ministerio es localizar los puntos comunes y trabajar con ellos como si fueran las raíces de ese tronco que aún está por crecer. La expectación es máxima y no tienen menor tamaño las expectativas de algunos colectivos que llevan años esperando un reconocimiento que, por otro lado, no se ven con agrado desde la casa del vecino. Pero también existe un hándicap que ha hecho fracasar anteriores intentos: la escala de grises. Decía Aristóteles que en el punto medio está la virtud pero, en ocasiones, quedarse en el medio, no definirse o decantarse, también conlleva las críticas de uno y otro lado cuando las opiniones están tan enconadas.

En este caso toca cambiar el eje por el que rota el debate. Si entre la profesión cuesta alcanzar ese punto medio quizá se debería mirar hacia las necesidades de los pacientes o a conceptos como la salud pública. El Ministerio será el árbitro y lo único que tiene en su mano es tomar una decisión cargada de argumentos que respondan a necesidades de la ciudadanía. Quizá, con un poco de generosidad entre las partes directamente afectadas, esta sea la fórmula más cercana al éxito.

Desde las comunidades autónomas ya lo hacen. También es cierto que la libertad de expresión goza de mayor espacio cuando no se es el responsable directo de tomar una decisión. Los consejeros, al menos en su mayoría, dieron el visto bueno al sendero que el Ministerio ha elegido para transitar las próximas semanas. Además también reconocen, en público y en privado, que hay especialidades que deben ser reconocidas para que el sistema sanitario dé mejor respuesta a una pirámide poblacional invertida y con enfermedades que no entienden de fronteras en un mundo globalizado. La tarea no será fácil y acarreará migrañas entre los responsables de la decisión final pero también la recompensa moral es muy superior.