Este viernes se conmemora el Día Mundial del Linfoma, un tipo de cáncer hematológico producido por la proliferación maligna de linfocitos (células defensivas del sistema inmunitario) y originado generalmente en los ganglios linfáticos.
No se conocen las causas de esta enfermedad, aunque sí se sabe que las infecciones víricas y bacterianas contribuyen a su aparición, e incluso juegan un papel fundamental en algunos subtipos. Los linfomas representan el 4% de todos los nuevos casos de cáncer que se dan en España cada año, lo que supone más de 6.100 pacientes, y generalmente aparecen en torno a los 60 años de edad. Afortunadamente, hoy en día se cura la enfermedad en el 60% de los casos, según datos del Grupo Español de Linfomas y Trasplante Autólogo de Médula Ósea (GELTAMO), de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece la existencia de más de 40 tipos de linfoma, en función del tipo de células inmunes afectadas y los biomarcadores implicados. De manera general, existen dos grandes grupos: los linfomas de Hodgkin (LH), que suponen el 10% de todos los casos y se curan en la mayoría de los pacientes, y los linfomas no Hodgkin (LNH), que suponen el 90% restante y constituyen un gran reto desde el punto de vista de su abordaje. “Los adelantos logrados en histología, inmunología y citogenética han conducido a importantes avances en el conocimiento molecular de los linfomas, lo que ha traído consigo, a su vez, la llegada de nuevos y esperanzadores fármacos que están cambiando el paradigma terapéutico de la enfermedad y contribuyendo a mejorar la supervivencia y calidad de vida de los pacientes”, apunta Dolores Caballero, coordinadora de GELTAMO.
Los nuevos tratamientos aprobados en 2016 se engloban en dos estrategias: terapias dirigidas e inmunoterapia. Las primeras “inhiben vías de señalización intracelular relacionadas con el receptor de los linfocitos B y han demostrado ser eficaces en algunos tipos de LNH, como linfoma de manto, algunos subtipos de linfoma difuso de célula grande y linfoma folicular en recaída”, explica. Estos fármacos “presentan dos ventajas con respecto a la quimioterapia convencional: un mecanismo de acción más específico y administración por vía oral”, añade. Por su parte, la inmunoterapia trata de utilizar nuestro propio sistema inmune para atacar la enfermedad. En este ámbito destacan los anticuerpos monoclonales anti-PD1, efectivos inicialmente en LH, y la terapia CART, en fase de estudio para diferentes tipos de linfoma. “El conocimiento biológico permitirá establecer la terapia adecuada para cada paciente, disminuyendo la toxicidad y optimizando los tratamientos”.
El principal inconveniente de estas nuevas terapias es su elevado coste, por lo que “es fundamental conjugar el acceso a las mismas con la sostenibilidad de nuestro sistema sanitario”, afirma la experta.