MARCOS GARCÍA Vitoria | viernes, 07 de octubre de 2016 h |

No es fácil que una pequeña compañía biotecnológica lidere la clasificación nacional de innovación a tenor del número de publicaciones científicas, pero esta es la realidad tangible según el informe Asebio 2015, que considera a BTI Biotechnology Institute como un ejemplo de actividad innovadora gracias a sus 36 publicaciones. Esta amplia producción científica de la compañía que dirige Eduardo Anitua está por encima de grandes farmacéuticas nacionales e internacionales y ha hecho que los ojos de la biotecnología patria se giren hacia este pequeño laboratorio vitoriano, que inició su andadura como despacho de cirugía maxilofacial y que tiene a gala invertir el 100 por 100 de sus beneficios en la I+D+i de la compañía.

El secreto de BTI reside en “haber desarrollado la tecnología de plasma rico en factores de crecimiento Endoret (PRGF). Mediante esta técnica conseguimos aislar y concentrar los factores de crecimiento a partir de un pequeño volumen de sangre extraído del propio paciente, para después aplicarlos terapéuticamente en donde sea necesario. Es decir, usamos la propia autofarmacia del cuerpo para mejorar de forma natural el proceso de reparación. Lo que conseguimos es regenerar los tejidos de forma eficaz, sin efectos secundarios y reduciendo notablemente el tiempo de recuperación en diferentes especialidades médicas como la cirugía oral, la traumatología, la reumatología, la dermatología, la oftalmología, y la medicina deportiva”, asegura a EG el presidente y director científico Eduardo Anitua.

El descubrimiento de la capacidad regenerativa del plasma sanguíneo se produjo “cuando hacía una extracción dental, había unos pacientes que evolucionaban mucho mejor que otros. En algunas personas la cicatrización era perfecta, no había casi dolor, ni inflamación, mientras que en otras aparecían complicaciones, muchas molestias, e incluso infecciones. Así, comencé a preguntarme qué elementos biológicos intervenían en los procesos de cicatrización y regeneración de los tejidos, y si era posible actuar en los mismos”, señala Anitua.

Quitar más que poner

Una vez identificada la capacidad regenerativa de la sangre el proceso para convertirla en un fármaco se centra más en eliminar elementos que en añadirlos. “Lo que hicimos fue estudiar los componentes de la sangre que intervenían directamente en los procesos de regeneración, seleccionando las proteínas que jugaban un papel esencial, e ir quitando todo aquello que no aportaba nada, para optimizar el proceso. Más que a poner nos dedicamos a quitar: los glóbulos rojos, los leucocitos, etc., hasta llegar a obtener el plasma rico en factores de crecimiento”, destaca Anitua.

Este plasma tuvo de inmediato aplicaciones exitosas en medicina oral y cirugía, pero su utilidad no se queda ahí. “El plasma también se empezó a emplear con éxito en el área de la dermatología, por ejemplo para tratar úlceras cutáneas, quemaduras y otras lesiones de la piel. Como consecuencia de esto se empezó a aplicar también para tratar el fotoenvejecimiento con excelentes resultados en el rejuvenecimiento de la piel y la atenuación de las arrugas. Más recientemente ha sido la oftalmología la disciplina en la que se han incorporado los tratamientos con plasma”, asevera.

Eso sí, la capacidad investigadora de este producto es constante como atesora la alta capacidad investigadora de la compañía en nuevas aspectos dentro de la medicina regenerativa. “Respecto a los campos en los que se realizamos publicaciones científicas, son muy variados, puesto que abarcan desde cuestiones de ciencia básica a resultados de ensayos de clínicos. Pero a grandes rasgos podríamos agruparlas en dos campos que serían la implantología y las técnicas quirúrgicas en el ámbito de la cirugía oral por un lado; y por otro, las diversas especialidades médicas, que son muchas, prácticamente todas las quirúrgicas”, constata Anitua.