Ainhoa Muyo Redactora de El Global | viernes, 31 de agosto de 2018 h |

Los medicamentos innovadores suponen un importante avance: curan enfermedades, alargan la esperanza de vida y mejoran la calidad de vida de los pacientes. El problema que suelen presentar estos tratamientos es el alto coste que suponen para los sistemas sanitarios. Por ello, existe cada vez mayor consenso a la hora de intentar financiar estos fármacos en relación al valor que ofrecen al sistema sanitario y a la sociedad. En torno a esto, y con el objetivo de analizar este nuevo escenario, Bleric Alcalá y Néboa Zozaya han realizado un amplio artículo sobre el abordaje de los innovadores basado en valor en la revista Economía de la Salud (EDS).

Un medicamento se considera innovador cuando aporta a los pacientes un tratamiento novedoso que supone una mejora clínica significativa. No obstante, no hay una definición oficial de este término, que genera múltiples matices y cierta subjetividad.

La llegada de numerosos medicamentos innovadores a los sistemas ha provocado que los expertos hayan comenzado a hablar del concepto “basado en valor”, un término que implica tener en cuenta los costes y beneficios relevantes a partir de métricas específicas y consensuadas.

Por todo ello, los autores consideran imprescindible establecer una clasificación homogénea sobre innovación farmacéutica como punto de partida para consensuar qué entendemos por valor. Hasta ahora no hay consenso sobre los elementos a valorar para definir un fármaco como innovador, ni sobre la forma idónea de clasificarlos.

Evaluar y financiar

Todos estos avances están produciendo un cambio de paradigma, y muchos países desarrollados están aplicando reformas para orientarse hacia una evaluación y financiación en las que los precios reflejen el valor que realmente aportan. Según Alcalá y Zozaya, estos ejemplos pueden servir a España para mejorar su sistema.

Existen casi tantas formas de clasificar la innovación farmacéutica como países, aunque con dos pautas diferenciadas en los países estudiados. Por un lado, hay un grupo de países, como Reino Unido, Suecia o Australia, con una gran tradición en evaluación económica, que consideran el valor de la innovación farmacéutica de una manera implícita.

Por otro lado, países como España, Francia, Italia, Alemania, Austria, Canadá o Japón clasifican la innovación farmacéutica a través de escalas ordinales, mediante las cuales catalogan los medicamentos según su grado de innovación, beneficio o interés terapéutico.

Regulación especial

Los reguladores son conscientes de la necesidad de adaptarse a las nuevas realidades y corregir los desequilibrios existentes. Por ello, durante las últimas décadas han desarrollado distintas respuestas regulatorias dirigidas a agilizar el proceso de autorización de los fármacos innovadores, explican los autores en su artículo.

Además, los reguladores han reconocido que el sistema farmacéutico no termina de funcionar adecuadamente, y que los pacientes no siempre tienen acceso efectivo a las innovaciones. Por ello, es importante que los sistemas se orienten cada vez más al pago por resultados.

Con todo esto, se plantean importantes retos de futuro, ya que el progreso tecnológico supondrá un desafío para los sistemas y las empresas.


De todo el presupuesto de sanidad a salud pública le corresponde entre un 0,7% y un 1,8%



El sistema sanitario se enfrenta a importantes desafíos, como el aumento de la esperanza de vida, el envejecimiento poblacional, la cronicidad de las enfermedades, el coste creciente de los tratamientos, la medicina personalizada, o distintas presiones económicas, políticas y sociales


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