Comenzamos el año 2020, y lo hacemos como finalizamos el 2019, con una sanidad mal utilizada por la política. Desde mi punto de vista, hace falta más política sanitaria y menos utilización política de la sanidad, ese es el escenario que deseo para el año que comienza.
A los problemas singulares de cada una de las comunidades autónomas, que se suelen debatir en los diferentes parlamentos regionales, se suman algunas noticias que han aparecido en los últimos meses del año 2019 y que marcan la sanidad que iniciamos en este año 2020. Básicamente son tres los elementos que están dando señales de alarma al Sistema Nacional de Salud y a sus órganos de Gobierno, tanto nacionales, como regionales.
El primero es el incremento del periodo medio de pago a proveedores, por cierto, uno de los indicadores económicos seguido estrechamente por las autoridades competentes en materia de hacienda, y que junto a otros configuran si las Comunidades Autónomas cumplimos o no con la Ley de Estabilidad Presupuestaria, con lo que ello conlleva.
El segundo de los elementos, es la falta de especialistas generada en todo el país, por qué no decirlo, por una mala planificación en la Oferta de Formación Sanitaria Especializada en los años de crisis en este nuestro país. Cierto que no es en todas las especialidades, ni en todas las partes por igual. Pero no es menos cierto que de algunas especialidades existen problemas generalizados
Y el tercero de los elementos lo puso de manifiesto el propio sistema de información del Sistema Nacional de Salud, y es el aumento de las listas de espera globales de nuestro Sistema Nacional de Salud.
“Los consejeros y consejeras competentes en Sanidad debemos proporcionar el modelo de SNS que debemos tener en España y proponer, desde la responsabilidad, la financiación necesaria”
A mi juicio son tres señales de alarma de que con la sanidad estamos haciendo política, en lugar de hacer política sanitaria. Y no estoy hablando de partidos políticos, ya que independientemente del color del Gobierno y la oposición se reproduce el modelo. Ya es mala esta utilización política de la sanidad, sin embargo eso lo vivirán los pocos españoles que siguen los debates parlamentarios. Lo verdaderamente grave es que esa utilización política la hemos hecho incompatible con hacer política sanitaria, por mucho interés que ponga el Ministerio de Sanidad y el resto de Comunidades Autónomas.
En una España con un Gobierno en funciones más tiempo del deseable esta situación es aún más grave. Deseo y confío en que cuando el lector se enfrente a este artículo ya tengamos Gobierno en España, un Gobierno de progreso y en el cual confío para hacer una verdadera política sanitaria de la mano de las diferentes Comunidades Autónomas.
Y sí, confío en que serán posibles dos cuestiones que, a mi modo de ver, son esenciales para hacer esa política sanitaria que necesita este país. La primera de ella disponer de un nuevo reglamento del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud donde las decisiones que allí se tomen sean vinculantes, con respeto a la Ley de Cohesión y Calidad del Sistema Nacional de Salud, pero adaptada a las decisiones de los órganos sectoriales como reza en la Ley 40/2015.
Y me fío de un Gobierno de progreso que convoque la Conferencia de Presidentes y el Consejo de Política Fiscal y Financiera que permita un nuevo modelo de financiación autonómica con un apartado de financiación sanitaria que acabe con el déficit actual y que nos lleva inexorablemente a una deuda sanitaria con incumplimientos de la Ley de Estabilidad Presupuestaria.
Los consejeros y consejeras competentes en Sanidad debemos proporcionar el modelo de Sistema Nacional de Salud que debemos tener en España y proponer, desde la responsabilidad, la financiación necesaria para ello.
Pero sí me fío del incremento de inversión en sanidad de un Gobierno de progreso en España, en consonancia con lo expresado por el presidente del Gobierno de España en su Debate de Investidura.