Será un futuro prometedor, por Juana Carretero

Por Juana Carretero, presidenta de la Sociedad Española de Medicina Interna

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Las mejoras en las condiciones económicas, sociales y sanitarias han hecho que las previsiones demográficas en España, como en el resto de los países de nuestro entorno, apunten hacia un progresivo envejecimiento poblacional. Así, la esperanza de vida en España para el 2023 se sitúa en los 82 años en varones y en los 87 años en las mujeres; y este crecimiento se prevé exponencial en los próximos 30 años. Los avances no solamente en las condiciones económicas y sociosanitarias, sino en la innovación y en el conocimiento, tanto de la fisiopatología como del tratamiento de enfermedades hasta ahora incurables, nos conducen a otra realidad, la tendencia a la cronificación de enfermedades que, hasta hace muy poco tiempo, condicionaban la supervivencia de las personas. De igual manera, hemos aumentado el conocimiento de los grandes síndromes geriátricos, que nos ha permitido abandonar ese erróneo lenguaje que asociaba envejecimiento con fragilidad.

La fragilidad se asocia frecuentemente (pero no exclusivamente) al envejecimiento, y es un proceso dinámico y reversible, por lo que podemos encontrar personas de 80 años con excelente capacidad funcional y personas jóvenes con fragilidad. Este viaje nos lleva, inexorablemente, a atender en nuestras consultas o en plantas de hospitalización, personas que conviven con una o varias enfermedades crónicas, que interaccionan frecuentemente entre ellas, que condicionan su evolución y que frecuentemente, bien comparten tratamiento o más bien, reciben varios fármacos, con diferentes mecanismos de acción y efectos secundarios, que precisan de un exquisito conocimiento. Tal como refería Cervantes, “ninguna ciencia en cuanto a ciencia engaña; el engaño está en quien no la sabe”. Así, en la era de la medicina de precisión, en aras a proporcionar a nuestros pacientes una atención equitativa, proporcionada y personalizada, debe ser obligatorio el conocimiento amplio e integral de todas las comorbilidades que conviven en una persona. Por tanto, es clave que los clínicos incorporemos a nuestra práctica clínica diaria herramientas útiles que nos ayuden a detectarlas.

Los internistas somos generalistas hospitalarios, con una amplia base de conocimiento basado en una formación troncal e integral; con capacidad integradora y visión holística y con las mejores aptitudes para el razonamiento clínico. Estas cualidades nos convierten en los mejores especialistas hospitalarios para atender a las personas con multimorbilidad, que precisan de una atención integral, que evite la duplicidad de pruebas diagnósticas, duplicidad de tratamientos, sus interacciones y sus efectos secundarios. Los internistas somos imprescindibles en el actual contexto sanitario. Pero, además, seremos, una vez más, imprescindibles en el contexto sanitario del futuro, para asegurar, desde el generalismo, el cambio necesario del sistema sanitario que asegure su sostenibilidad, su universalidad y su equidad.

Los internistas somos generalistas hospitalarios, con una amplia base de conocimiento basado en una formación troncal e integral; con capacidad integradora y visión holística y con las mejores aptitudes para el razonamiento clínico.

Se hace cada vez más tangible un cambio de paradigma, un viraje hacia un modelo basado en la atención integral de la persona enferma, atención basada en procesos y no en enfermedades, con equipos multidisciplinares liderados, como no puede ser de otra manera, por la Medicina Interna. Es cada vez más frecuente que un paciente mayor ingrese en una planta quirúrgica para una intervención, programada o no. El control de sus patologías médicas, tanto antes como después de la cirugía son claves para asegurar el éxito de ésta, disminuir las complicaciones asociadas y la estancia media. Y es, en este campo, como especialista hospitalista, tanto del área médica como del área quirúrgica, dónde la medicina interna desarrolla un papel crucial para la sostenibilidad del sistema sanitario y aporta valor a la atención que recibe la persona enferma.

La epidemia de cronicidad que asola el sistema sanitario, agravada tras la pandemia Covid-19, necesita que replanteemos y repensemos la forma de atender a estos enfermos. El sistema sanitario actual, saturado, reactivo y hospitalocentrista, está basado en la atención a la patología aguda; en un momento del camino, hemos perdido la prevención y la promoción de la salud, la atención a las patologías crónicas, como la diabetes, la hipertensión, la obesidad o la insuficiencia cardiaca, que muestran unas alarmantes cifras de prevalencia a medida que aumenta la edad de la persona. La continuidad asistencial con atención primaria, con el internista como referente hospitalario, es clave para asegurar que la atención a la cronicidad sea universal y equitativa.

Por ello, junto con otros profesionales, como enfermería o servicios sociales, debemos trabajar hacia la implantación universal de los planes integrales de atención a la cronicidad. La atención por procesos a las patologías crónicas más prevalentes, como la insuficiencia cardiaca, en base a equipos multidisciplinares, liderados por medicina interna, han demostrado mejorar la calidad de vida de dichas personas, disminuir la necesidad de visitas a urgencias o de hospitalización.

Los sanitarios no somos ajenos al paso del tiempo. El número de internistas en la próxima década se verá mermado por la jubilación de gran parte de nosotros. Por ello, las autoridades sanitarias deben repensar y planificar las necesidades de especialistas en medicina interna, aumentando la oferta de plazas para formación de especialistas en medicina interna en las próximas convocatorias del examen MIR.
Los internistas lideraremos un futuro de excelencia en el conocimiento, en la investigación, en la innovación y en el liderazgo, sin perder de vista nuestros valores: la excelencia profesional, la independencia y la transparencia, la coherencia y la responsabilidad social, el compromiso con el paciente, el respeto a los valores bioéticos, nuestra voluntad de servicio y nuestra visión estratégica. Todo ello para contribuir, como actores necesarios, a la sostenibilidad del sistema sanitario.