Por Humberto Arnés, Director general de Farmaindustria
La tercera década del siglo XXI, que ahora comenzamos, apunta otra brillante y esperanzadora etapa en investigación biomédica. Si en los últimos 20 años se han producido grandes logros farmacológicos que se han traducido en notables incrementos en la supervivencia en cáncer, avances en enfermedades reumatológicas o patologías como la esclerosis múltiple, el control del sida o la curación de la hepatitis C, hoy estamos entrando en las terapias génicas y celulares, con mecanismos de acción disruptivos y medicina personalizada que nos harán avanzar hacia cotas nunca alcanzadas de esperanza y calidad de vida. Esta es la mejor noticia tanto desde la perspectiva de los pacientes, que esperan cada día una solución para su problema de salud, como desde la del sistema sanitario, que dispone de nuevas soluciones para el cuidado de la salud, y de la industria farmacéutica, puesto que nuestra razón de ser es conseguir nuevos avances que curen las enfermedades o mejoren la calidad de vida de los pacientes.
Sin embargo, este panorama alentador se ve ensombrecido en ocasiones por voces que trasladan a la opinión pública la idea del medicamento como problema, que pondría en riesgo la sostenibilidad económica del Sistema Nacional de Salud, en lugar de como solución. Nada más lejos de la realidad si atendemos a los datos. El esfuerzo presupuestario ha sido incluso menor en el transcurso de la última década: en 2010 el gasto público en medicamentos representaba un 1,58% sobre el PIB y en 2018, un 1,44%. Y esto sin que hayan dejado de llegar grandes innovaciones disruptivas, y teniendo en cuenta que en ese periodo el número de personas que en España siguen tratamiento farmacológico diario ha aumentado casi un 50% y hoy ya hay 25 millones de pacientes crónicos.
Por otro lado, el sistema sanitario español cuenta con mecanismos que permiten que la inversión pública en medicamentos se mantenga en valores sostenibles, desde la decisión sobre el precio, que está regulado, hasta las revisiones de los precios a la baja a lo largo de la vida del fármaco a través de los precios de referencia. A esto se suma el propio compromiso de las compañías farmacéuticas. Para nosotros es esencial hacer compatible el acceso a la innovación con la sostenibilidad del sistema sanitario. De nada serviría desarrollar el mejor medicamento si no llega al paciente que lo necesita. Con este objetivo, en los últimos años muchas compañías farmacéuticas han acordado con las administraciones fórmulas innovadoras como los acuerdos de riesgo compartido, techos de gasto, pago por resultado, etc.
Inversión en medicamento
Adicionalmente, Gobierno y Farmaindustria mantienen desde hace cuatro años un Convenio por el que la industria realiza devoluciones si el gasto público en fármacos crece por encima de lo que lo haga el PIB. Es el único sector en nuestro país que ha mostrado tal nivel de compromiso con la sostenibilidad del sistema, puesto que con este convenio el Gobierno tiene asegurado el control del gasto farmacéutico.
Todo esto debe ayudar a cambiar la perspectiva: el medicamento no es un gasto insoportable que pone en riesgo el sistema sanitario, sino una inversión que aporta soluciones cada vez más relevantes tanto desde el punto de vista del cuidado de la salud como desde la eficiencia. Porque los recursos que dedicamos a los medicamentos no sólo satisfacen una necesidad inmediata como es tratar a un paciente que lo necesita, sino que reducen otros gastos sanitarios y hospitalarios. La evidencia científica es prolífica en este aspecto. Sólo en otras prestaciones sanitarias, los medicamentos ahorran entre 2 y 8 veces su coste.
Es cierto, no obstante, que nuestro sistema sanitario público tiene una debilidad financiera que amenaza los niveles de calidad alcanzados antes de la crisis económica. En el año 2010 dedicábamos el 6,5% del PIB a sanidad pública; hoy, apenas el 6%. Es posible que esta presión presupuestaria haya condicionado muchas de esas voces que ven equivocadamente en el medicamento un problema. En este punto, desde Farmaindustria nos unimos al compromiso expuesto por el nuevo Gobierno de alcanzar en esta legislatura una inversión del 7% del PIB, equiparable a la media de la UE.
En esta línea, es necesario tomar conciencia del valor del medicamento en la sanidad de hoy y del futuro, un valor que hay que evaluar en el largo plazo, a partir de los resultados en salud y desde la triple perspectiva sanitaria, económica y social. Sobre esta base trabajaremos con las Administraciones para seguir haciendo compatible la sostenibilidad del sistema sanitario con el acceso de los pacientes a la innovación en las mejores condiciones. Así lo demuestra la reciente aprobación por parte de la Junta Directiva de Farmaindustria para negociar un nuevo Convenio de colaboración con el Gobierno para 2020. Prueba la capacidad de diálogo de esta asociación y el compromiso para acordar soluciones.