Por Concha Almarza
VP, Operational Excellence & Innovation, EMEA. IQVIA

Si tuviéramos que elegir el mejor regalo que nos deja la década que termina, me atrevería a decir que es la innovación, o mejor aún, el acuerdo generalizado de la necesidad de impulsarla en todos los aspectos que rodean al entorno sanitario: nuevas terapias, metodologías avanzadas de tratamiento de información, nuevas plataformas tecnológicas que hacen posible su aplicación, modelos de relación con nuevos decisores, modelos de fijación de precios basados en resultados, nuevos modelos de financiación, nuevos canales, el nuevo paciente que se convierte en consumidor cuando no solo quiere curarse sino también cuidarse…
Si hablamos de innovación terapéutica, el número de nuevas moléculas se duplicará en los próximos cinco años. Esperamos un 65% de novedades centradas en atención especializada, con Oncología, AIB e Inmunología liderando el mercado hospitalario y su crecimiento y con un 45% de novedades en el tratamiento de enfermedades huérfanas.
A pesar de la aceleración de la innovación, no podemos olvidar que los costes de desarrollo clínico se han multiplicado en los últimos cinco años,y que las ventas de los nuevos lanzamientos dirigidas a poblaciones mucho más reducidas no alcanzarán los niveles de los fármacos más vendidos durante la primera década del siglo; por ello los mercados desarrollados reducirán su crecimiento en los próximos cinco años.
Los desafíos actuales tienen que ver con la búsqueda del punto de equilibrio que maximice beneficios y resultados, tanto para el fabricante como para el proveedor sanitario, y así ser capaces de manejar las dificultades que las innovaciones terapéuticas suponen para el fabricante y el resto de los agentes sanitarios, tanto en el desarrollo clínico como en la fase de comercialización y dispensación de las nuevas alternativas.

“Los desafíos actuales requieren nuevos modelos más rápidos, más eficientes, basados en la utilización de la información de práctica clínica en vida real para demostrar el valor”

Retos que empiezan con el modelo de desarrollo clínico, el 80% de los ensayos se retrasan, al ponerlos en marcha, las limitaciones de la práctica real se hacen patentes y es necesario un rediseño que debe ser de nuevo aprobado según el entorno regulatorio establecido.
Pero no solo es cuestión del diseño. Dada la complejidad de las indicaciones en las que se centra la innovación, el 86% de los ensayos sufre retrasos debido a la dificultad de encontrar los pacientes a enrolar en los estudios.
Mas allá de la velocidad o la complejidad del desarrollo clínico, recordemos los retos que se refieren a la gestión completa de la indicación y el seguimiento del paciente. Hoy en día se tardan casi cinco años en diagnosticar una enfermedad rara, o nos encontramos con que el 60% de los pacientes crónicos no cumplen las pautas de tratamiento.
Por último, en lo que se refiere a la comercialización, aún no somos lo suficientemente precisos a la hora de llegar al decisor adecuado, en el momento oportuno y por el canal más eficaz, asegurando la coherencia y la relevancia del mensaje, que ha de basarse siempre en la demostración del valor/inversión y nunca solo en una conversación de precio/gasto.
Los desafíos actuales requieren nuevos modelos más rápidos, más eficientes, basados en la utilización de la información de práctica clínica en vida real para demostrar el valor, facilitar el diagnóstico, adaptar el modelo de dispensación y diseñar una estrategia de comercialización más precisa.
La oportunidad pasa por abordar tres áreas claras: acortar el desarrollo clínico (menos costes/más ventas), acelerar/ampliar el diagnóstico (invirtiendo en dotar de medios y patrones de decisión al clínico) y, por último, llegar a cada decisor/prescriptor en el momento oportuno, con el mensaje relevante, por el canal más conveniente y siempre asegurando la consistencia a nivel general. Todo ello solo será posible automatizando los procesos y utilizando las herramientas que los avances tecnológicos ponen en nuestras manos.
Se vislumbra un futuro esperanzador, pero garantizar el acceso a toda la innovación no será inmediato; supone un reto en cuanto a evaluación, financiación y dispensación y pone a prueba la infraestructura y el valor de la información disponible.
Son necesarios nuevos modelos que reconozcan el valor real de la innovación y gestionen la incertidumbre a largo plazo, adaptando el modelo de financiación y reembolso para considerar los beneficios que las nuevas alternativas ofrecen más allá del impacto presupuestario anula/parcial. La información de la práctica real ofrece la oportunidad de reducir las incertidumbres que puedan existir en el lanzamiento, y de esta manera reconocer y recompensar la inversión a largo plazo que la investigación clínica requiere.
Es necesario adaptar los modelos de financiación al largo plazo en el que los beneficios de la innovación se realizan, trascendiendo los presupuestos anuales o parciales y sin olvidar la necesidad de apoyar el desarrollo de tratamientos que cubren necesidades sociales.
Es importante asegurar que la innovación se incorpora de manera eficaz a lo largo del ciclo de vida del paciente y que, para ello, se utiliza la información de la práctica clínica real y las técnicas de análisis adecuadas para apoyar el acceso a los nuevos fármacos y mejorar la dispensación.
La colaboración desde etapas muy tempranas en el desarrollo de la innovación, asegura la participación de todas las partes interesadas en cada éxito y ayuda a garantizar que el potencial de innovación se realice plenamente.n