Carcasas de genomas

Artículo de opinión de Cecilio Venegas, presidente del COF de Badajoz

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La reciente epidemia relacionada con el Coronavirus ha vuelto a remover las noticias que los medios de comunicación en torno a la sanidad vienen proporcionando a toda la población. No hay medio, tanto de televisión, radio, prensa escrita y redes sociales e internet que no se haga eco en estos primeros días del año 2020. Parece que es la mejor forma de abrir los telediarios, titular en las galeradas de los periódicos o difundir por Twitter y otros medios.
El objeto fundamental se basa como en tantas otras ocasiones en definir el agente etiológico de esta nueva epidemia, así como, la afectación personal o grupal que pudiera tener lugar sobre nuestra existencia.
Con frecuencia olvidamos que tanto los virus como cada uno de nosotros no somos más que partes de un ecosistema muy complejo que proviene de los primeros balbuceos de vida sobre la tierra, y que durará mientras dure nuestro planeta y exista vida en él. Ahí pueden encuadrarse desde los murciélagos a los conejos y desde los espárragos silvestres a los musgos.
Ya en 1976 Richard Dawkins nos hizo ver en su monografía El gen egoísta que la teoría de la evolución basada en el origen y propagación de las especies debía releerse a la luz del genoma, y que prácticamente todos los seres vivos no somos más que carcasas para albergar genomas que se propalan, difunden y multiplican siguiendo un mandato procreativo genómico al que no escapa ninguna secuencia de bases de nucleótidos.
De nuevo, pues, enfrentamos una alerta sanitaria internacional declarada el jueves 30 de enero por la Organización Mundial de la Salud (OMS): en este caso, producida por la propagación de un nuevo coronavirus procedente de Wuhan (China) al que han denominado técnicamente 2019-nCoV. Ese es el nombre objeto de millones y millones de búsquedas en internet.
Una alerta sanitaria internacional como esta supone un condicionante legal que obliga a los sistemas sanitarios del mundo a extremar sus actuaciones para que, mediante los sistemas de vigilancia epidemiológica, se puedan detectar precozmente los posibles casos de esta nueva enfermedad y los servicios de salud puedan actuar cuanto antes, procurando la mejor atención sanitaria a los afectados. El concepto de radar y el concepto de refugio van siempre unidos en epidemiología.
También, se harán necesarias medidas de higiene y prevención que, según su intensidad, pueden condicionar nuestra vida cotidiana y nuestros movimientos. El sistema sanitario español está capacitado para responder a esta emergencia aunque ojalá, la extensión, la gravedad y la letalidad de este nuevo coronavirus no desborde las previsiones actuales. En ese caso, todo sería excepcional. También hemos de decir que en epidemiología todo es muy viejo pero a la vez muy nuevo. Cada caso planteado somete a un notable estrés al sistema, pero la experiencia demuestra también que dicho sistema sale reforzado.
Las experiencias anteriores causadas por el SARS, la gripe A o el Ébola, demuestran que tenemos bien engrasado el sistema sanitario; son alertas que han permitido poner en valor la calidad y la excelencia de los profesionales sanitarios y, sobre todo, de los dispositivos de vigilancia y salud pública cuyos profesionales trabajan de una manera invisible y casi anónima y, al tiempo, muy eficaz. Todo ello es motivo para la confianza. Aún más en España, que goza de un puesto muy privilegiado en el ranking de los sistemas sanitarios mundiales.
Conviene tener confianza en las autoridades sanitarias y en la propia OMS y es de esperar que China haya puesto de verdad a disposición de la comunidad internacional toda la información de la que dispone, porque esta colaboración es de vital importancia para precisar adecuadamente la magnitud del desafío sanitario que enfrentamos a nivel global. Nombrar China en algunos aspectos es nombrar un pasado con cierto oscurantismo que a los más desconfiados hagan pensar que no todo está tan claro. A contrario, las sociedades siempre buscan la presencia de un chivo expiatorio al que culpabilizar de todos los males padecidos.
Por ahora, aunque la situación ofrece motivos para una moderada preocupación, las respuestas parecen adecuadas al nivel de extensión del virus y a las consecuencias sanitarias en la población. La declaración de la alerta internacional permite ir modulando coordinadamente las respuestas de todos los países en función de los datos que se sigan obteniendo. Ni hay que pasarse, ni hay que quedarse cortos. Este es el reto de las autoridades. También de la UE. Epidemiólogos, políticos relacionados con la Sanidad como Martínez Olmos, así lo ponen de manifiesto en sus acertadas intervenciones en los medios de comunicación escritos.
Mientras tanto, es conveniente que los medios de comunicación ayuden a no alarmar y atiendan siempre a informaciones que tengan base y respaldo científico. Ese quizás sea el mayor reto al que debemos enfrentarnos en esta nueva oleada de genes egoístas.