La OMS describe la salud como «un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente como la ausencia de afecciones o enfermedades». Esta definición figura en el preámbulo de la constitución de la Organización Mundial de la Salud, que entró en vigor en 1948, pocos años después de acabada la II Guerra Mundial, y no ha sido modificada desde entonces.
Este enfoque de entender la salud, pese a los años transcurridos, sigue siendo no solo actual, sino más necesario que nunca, más aún en una sociedad como la española, muy envejecida, donde el 19,1 por ciento de la población —nada menos que 8,9 millones de personas— supera ya los 65 años, según los últimos datos registrados por el Instituto Nacional de Estadística. Sumar vida a los años y no años a la vida debería ser una máxima a la hora de diseñar cualquier política sanitaria.
Para cumplir este objetivo, sumar, aunar esfuerzos, es siempre mejor que restar. A mi juicio, sería un error prescindir de técnicas y terapias, algunas de ellas milenarias, que hemos comprobado que funcionan y que cuentan con el aval de la ciencia. En un futuro, aunque comienza a serlo ya, será cada vez más frecuente aprovechar las sinergias de las terapias convencionales y complementarias con la mirada puesta en conseguir el máximo bienestar del usuario o paciente. De este modo, será cada vez más común acudir a un médico convencional, pero también a un fisitoterapeuta, un osteópata, un nutricionista o un homeópata, por citar algunos ejemplos.
Tengo el convencimiento de que el futuro de la medicina pasa por recuperar lo esencial, la famosa máxima atribuida a Hipócrates Primum non nocere (lo primero es no hacer daño). Esta nueva medicina tendrá que ser obligatoriamente más humana y más respetuosa con el paciente, con sus decisiones y sus necesidades. Este innovador enfoque aporta como principal ventaja una reducción de la iatrogenia y de los efectos adversos causados por los medicamentos e intervenciones consideradas convencionales. No está de más recordar ahora que, según datos del Ministerio de Sanidad, las bacterias multirresistentes a los antibióticos causan ya 33.000 muertes al año en Europa y generan un gasto sanitario adicional de unos 1.500 millones de euros.
En BOIRON somos plenamente conscientes del nuevo curso de la medicina y estamos preparados para asumir este reto. Nuestra compañía, que nació hace casi 90 años en Francia, está presente hoy en 50 países. Nuestros medicamentos y productos son empleados por 300 millones de pacientes y 400.000 profesionales de la salud en todo el mundo. BOIRON —lo saben bien los lectores de Gaceta Médica y El Global— es internacionalmente conocida por su liderazgo en la fabricación y distribución de medicamentos homeopáticos, pero BOIRON es mucho más. Nuestra contribución para mejorar la salud global de la población pasa necesariamente por incrementar nuestro portfolio. Ponemos hoy a disposición de los millones de personas que confían en BOIRON medicamentos homeopáticos, pero también complementos alimenticios y cosmética.
“La OMS aconseja, en su estrategia 2014-2023, la inclusión de las llamadas terapias complementarias, como la homeopatía o la acupuntura, en los sistemas de salud de los países”
En este reto por una salud más humanizada y sostenible no estamos solos. Contamos como mejores aliados con los profesionales y pacientes que confían en nosotros y también con algunas instituciones que apuestan abiertamente por la integración. Ahora que tanto se habla de empoderamiento, es necesario reivindicar más que nunca el papel del paciente empoderado, un paciente mayor de edad que no necesita tutelas y que está preparado para tomar las decisiones que afectan a lo más importante, su propia salud. Este nuevo perfil del paciente no se limita a escuchar, callar y obedecer, es un paciente capaz de elegir, de entre un amplio abanico de terapias, aquellas que mejor satisfacen sus necesidades. Le asiste no solo su propio conocimiento, sino el derecho. La elección de tratamiento está explícitamente reconocida en nuestro ordenamiento legal, tanto en la Carta Europea de Derechos del Paciente como en la Ley de Autonomía del Paciente.
El papel del profesional sanitario en este enfoque innovador es fundamental. Médicos, farmacéuticos, enfermeros, psicólogos, fisioterapéutas, nutricionistas, todos ellos debidamente formados e interconectados, irán de la mano del paciente para acompañarle y aconsejarle lo mejor en este proceso de mejora continua para alcanzar el bienestar.
Este esfuerzo emprendido por humanizar la medicina carecería de sentido sin el compromiso de las instituciones. Afortunadamente, aquí tampoco estamos solos. El desarrollo e implantación de la medicina del futuro se ajusta perfectamente a las últimas recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Así, la máxima autoridad en este campo aconseja, en su estrategia 2014-2023, la inclusión de las llamadas terapias complementarias, como la homeopatía o la acupuntura, en los sistemas de salud de los diferentes países.
La OMS ha instado además a los Estados miembro a incrementar la accesibilidad de estas prácticas a toda la población y a promover su uso terapéutico racional entre los profesionales de la salud y los usuarios y pacientes. Según un informe de la institución publicado este mismo año, el 88 por ciento de los Estados miembro, 170 en total, han reconocido el uso de la medicina tradicional y complementaria. Estos países han desarrollado formalmente políticas, leyes, regulaciones, programas y oficinas para la medicina tradicional y complementaria. Confiamos en que España no deje pasar también este tren y se sume definitivamente a la alta velocidad de la nueva medicina en Europa.