Los avances en ciencia e investigación han sido fundamentales para cimentar el avance de la sociedad. En esta ecuación, la industria farmacéutica desde su papel de impulsor de la I+D, ha jugado un papel determinante, reforzado todavía más, en situaciones como la pandemia de COVID-19. Juan López-Belmonte, presidente de Farmaindustria, analiza el recorrido del sector en las dos últimas décadas y reflexiona sobre la situación actual del sector y los retos por acometer.

Pregunta. Con este número 1.000 de El Global, celebramos 20 años desde la primera publicación. ¿Cómo diría que ha evolucionado la industria farmacéutica durante todo este tiempo en nuestro país?

Respuesta. Creo que hoy somos un sector mucho más conocido que 20 años atrás. Hemos hecho un gran esfuerzo en este tiempo por abrirnos a la sociedad y explicar mejor que es lo que hacemos y aportamos a la sociedad, en cómo lo hacemos y por qué. Hemos tomado conciencia de que un sector tan estratégico no sólo en lo sanitario, sino también en lo económico y social, como el nuestro no podía ser un desconocido para el conjunto de la sociedad. Y no ha sido sólo un esfuerzo hacia afuera, sino también por dentro. El compromiso con las buenas prácticas y la transparencia ha sido casi revolucionario, hasta el punto de que somos un sector de vanguardia en esta materia.

En estas dos décadas nos hemos consolidado como un sector líder en inversión en I+D, en producción y exportación de alta tecnología y en generación de empleo de calidad; hemos mostrado nuestra capacidad para el diálogo y la cooperación con la Administración, siempre desde la responsabilidad que tenemos como desarrolladores y comercializadores de un bien tan crítico como el medicamento, y, en colaboración con la Administración y el sistema sanitario, profesionales y pacientes, hemos conseguido convertir a España en una referencia internacional en investigación clínica.

“En estas dos décadas nos hemos consolidado como un sector líder en inversión en I+D, en producción y exportación de alta tecnología y en generación de empleo de calidad”

También hemos avanzado mucho en nuestro compromiso social, con ejemplos que van desde el cuidado del medio ambiente y la apuesta por la economía circular, a través del Sigre, que precisamente cumple veinte años, hasta el impulso a la diversidad y el talento femenino. Hoy, las mujeres desempeñan más de la mitad de los puestos de trabajo de nuestras compañías, somos el sector productivo industrial con mayor salario medio femenino y más del 40 por ciento de nuestros directivos son mujeres, lo que nos hace ser un sector de referencia en España en materia de igualdad.

P. Durante este 2021, el Gobierno ha anunciado un PERTE (proyecto estratégico para la recuperación y transformación económica) para impulsar la Salud de Vanguardia y, también, la producción de medicamentos esenciales. ¿Es este el camino a seguir? ¿En qué otras áreas se podrían impulsar planes de similares características?

R. Desde la industria farmacéutica estamos comprometidos a participar en el Perte de Salud de Vanguardia, tanto en las oportunidades que se abran en investigación como en la modernización del tejido productivo. Como ya planteamos el año pasado en el Parlamento, en la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica, estamos convencidos de que en nuestro liderazgo en ensayos clínicos y en nuestro potente tejido productivo, con 82 plantas de producción de medicamentos de uso humano, tenemos sólidas bases para, en un marco adecuado de colaboración con la Administración, convertirnos en un actor principal en investigación biomédica e impulsar nuestra capacidad industrial, atrayendo mayor inversión internacional. En ambas líneas de investigación y producción estamos presentando propuestas al Gobierno, lo que da prueba de la convicción de nuestras compañías sobre la oportunidad que tenemos por delante y sobre nuestro compromiso para trabajar juntos. Confiamos en hacerlo y contribuir así al éxito de este Perte y al impulso de nuestro país.

Presentación del PERTE en Salud de Vanguardia.

P. En el momento actual, ¿Qué otras políticas o medidas es necesario promover para impulsar el rendimiento del sector en España e igualarlo a otros países del entorno?

R. La crisis provocada por la COVID-19 nos ha hecho ser conscientes de que la prosperidad económica y social está ligada a la salud y que ésta depende mucho de los medicamentos y de la investigación que los hace posibles. Necesitamos contar con un sólido y moderno sistema sanitario, bien dotado de recursos, con profesionales cualificados y motivados y con una incorporación ágil de los avances que el progreso científico-tecnológico nos va proporcionando. Y contar también con una industria farmacéutica potente, capaz de generar producción e investigación en nuestro país. Más del 80 por ciento de los ensayos clínicos son promovidos por las compañías farmacéuticas, y esa actividad es crítica para que nuestros profesionales sanitarios estén en vanguardia científica, que también aplican a su labor asistencial, lo que a su vez repercute en una mejor calidad de nuestro sistema.

La inversión en el sistema sanitario, en la investigación biomédica y en los medicamentos es eso, una inversión, y no un gasto. Administración, industria y el conjunto de la sociedad debemos tener esto claro. Hemos de ver esta inversión como una solución, y no como un problema. La salud en general y la industria farmacéutica en particular son para España un ámbito de oportunidad, como decía. Y para impulsar esta realidad hace falta invertir en nuestro sistema sanitario, tras muchos años con una inversión inferior en porcentaje sobre PIB inferior a la media europea; debemos apostar por la digitalización de la sanidad, que es crucial para mejorar la atención e impulsar la investigación; tenemos que asegurar un acceso rápido a los nuevos medicamentos, por el bien de los pacientes, por la eficiencia del propio sistema y porque es el medio que las compañías tienen para seguir apostando por la inversión en investigación. Necesitamos, en suma, una visión estratégica, a medio-largo plazo, que entienda la salud como palanca de crecimiento y bienestar futuro de nuestro país.

P. Tanto en el contexto actual de pandemia como fuera del mismo, ¿cómo evaluaría la aportación que realiza la industria farmacéutica a la economía del país?

R. Si vamos a los datos, podríamos destacar que hoy uno de cada cinco euros que la industria invierte en I+D en España procede de la industria farmacéutica; que producimos y exportamos casi una cuarta parte de la alta tecnología y que el medicamento suma ya el 5 por ciento del total de las exportaciones españolas; que estamos a la cabeza en productividad por empleado… Pero quizá lo más relevante para calibrar la aportación del sector es nuestra capacidad de arrastre sobre el conjunto de la economía: por cada empleo directo en la industria farmacéutica se generan cuatro indirectos e inducidos, y cada euro invertido en producción en nuestro sector genera entre uno y dos en otros sectores.

Con todo, el peso de la industria farmacéutica en una economía moderna hay que analizarlo a la luz de la experiencia de la pandemia: el medicamento y la investigación que hay detrás de él son críticos no sólo para la salud, sino para la economía y el bienestar social.

P. Los frutos de la I+D en los meses más duros de la pandemia han consolidado la importancia de establecer colaboraciones público-privadas. ¿En qué punto estamos ahora en España en este sentido y qué falta por hacer para promover estas uniones?

R. La cooperación público-privada es una de las grandes lecciones que deja la lucha contra la pandemia y ha sido esencial para el hito de haber logrado varias vacunas en menos de un año. La realidad es que la I+D de medicamentos es desde hace años un proceso abierto, colaborativo e internacional. La lucha contra la COVID-19 no ha hecho más que constatarlo. Hoy el conocimiento básico se genera en las propias compañías farmacéuticas, en el seno de una universidad o un hospital o en una pequeña start-up. El reto está afrontar el largo, caro y, sobre todo, muy arriesgado proceso para convertir ese hallazgo en un medicamento eficaz y seguro. Hablamos de un camino de diez años y una inversión de más de 2.500 millones de euros, con un índice de fracaso muy elevado. La colaboración entre la comunidad científica y la industria farmacéutica, entre la iniciativa pública y privada, es crucial para abordar el desafío.

“La cooperación público-privada es una de las grandes lecciones que deja la lucha contra la pandemia y ha sido esencial para el hito de haber logrado varias vacunas en menos de un año”

En España hemos demostrado que la colaboración público-privada es posible y exitosa: nos ha llevado a ser referencia internacional en ensayos clínicos. Sin embargo, no somos tan buenos en la investigación traslacional, en la conexión entre la básica y la clínica. Debemos trabajar industria y Administración. Ya hemos comprobado que podemos hacerlo, y muy bien.

P. Otro de los puntos en el que nuestro país ‘sale perdiendo’ respecto a otros europeos, según los datos del informe WAIT, es el acceso. ¿A dónde hay que apuntar para reducir el tiempo de acceso a la innovación?

R. Es cierto. En los últimos años, España ha perdido terreno con respecto a los países de referencia europeos en tiempo y disponibilidad de nuevos medicamentos. Administración e industria tenemos que colaborar en este ámbito, y con varios objetivos fundamentales: conseguir tiempos y disponibilidad en línea con los grandes países europeos; mejorar los procedimientos y la evaluación clínica y económica de los medicamentos, que deben hacerse por separado; aplicar fórmulas novedosas de financiación, y definir un sistema de acceso temprano en aquellos medicamentos y patologías de especial gravedad, para que los pacientes españoles no pierdan oportunidades.

“Hemos presentado al Ministerio de Sanidad una propuesta de procedimiento más específico, predecible y transparente para la toma de decisión sobre financiación pública y precio”

Desde Farmaindustria estamos comprometidos con aportar soluciones, y ya hemos presentado al Ministerio de Sanidad una propuesta de procedimiento más específico, predecible y transparente para la toma de decisión sobre financiación pública y precio. Confío en que sobre esta base podamos colaborar para revertir cuanto antes esta situación, que resta oportunidades a los pacientes españoles frente a sus vecinos franceses o italianos.

P. Dentro de la Estrategia Farmacéutica de la Unión Europea, una de las demandas reside en lograr el equilibrio entre acceso e innovación. ¿Cuál es la fórmula para conseguirlo?

R. Desde luego, entendemos que hay en Europa una necesidad importante de conciliar tres objetivos básicos de los sistemas de salud: el mejor acceso de todos los ciudadanos europeos a todos los tratamientos disponibles, la sostenibilidad de las cuentas públicas y el desarrollo de la actividad innovadora e industrial de las compañías farmacéuticas. Es un deseo compartido por todos, y para hacerlo realidad es importante que todos los agentes implicados tengamos una visión completa e integradora de la realidad y los desafíos.

Europa era hace dos décadas la región líder en desarrollo de nuevos medicamentos; hoy es responsable del apenas el 23 por ciento, mientras que Estados Unidos copa el 47 por ciento. La Estrategia Farmacéutica Europea debería servir para que Europa recupere esa competitividad perdida, ante el riesgo de quedar a merced de Estados Unidos y Asia en un ámbito tan delicado como el del medicamento. En principio, las bases apuntan en la dirección adecuada: fomentar la investigación, especialmente en las necesidades médicas no cubiertas; conciliar el acceso ágil y equitativo a medicamentos con la sostenibilidad financiera de los sistemas de salud; reforzar las cadenas de suministro, para evitar desabastecimientos y promover cierta autonomía estratégica, y definir un sistema regulatorio europeo competitivo, fuerte y adaptativo.

La clave para la industria farmacéutica es construir sobre esas bases con un enfoque integral y manteniendo el equilibrio entre todos los intereses en juego. Sin embargo, muchas propuestas de la Comisión Europea no tienen ese enfoque. Por ejemplo, propone vincular los incentivos para la investigación de fármacos a su disponibilidad en todos los países de la Unión Europea, cuando la decisión de incorporar un fármaco al sistema de salud corresponde a cada Estado Miembro, o circunscribir esos incentivos solo a medicamentos que se dirijan a necesidades médicas no cubiertas, con lo que si se desarrolla un medicamento en una patología que ya dispone de un tratamiento, aunque sea claramente mejorable, no se beneficiaría de tales incentivos.

Usar el marco regulador para incorporar este tipo de exigencias dañaría la seguridad jurídica necesaria para promover la inversión por parte de la industria, lo que debilitaría aún más la posición global de Europa. Más que leyes, necesitamos un diálogo estructurado del que participemos autoridades, industria, comunidad científica y clínica y pacientes y en el que compartamos las claves de cómo se genera la innovación y cómo debe premiarse el esfuerzo que implica.

P. Durante el primer semestre de 2022 está prevista la presentación del Plan Estratégico de la Industria Farmacéutica. ¿Cómo está siendo el contacto entre el sector y la administración para sacarlo adelante? ¿Cuáles son las principales misiones que persigue?

R. Efectivamente, el Gobierno ha anunciado para el primer semestre de 2022 un Plan Estratégico de la Industria Farmacéutica en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Creemos que este puede ser el instrumento adecuado para definir con la Administración un marco estratégico en el que poder desarrollar las potencialidades de nuestro sector desde la triple perspectiva sanitaria, económica y social. Aún es pronto para concretar más, pero, en nuestra opinión, ese Plan Estratégico debe constituir un marco adecuado de diálogo entre la Administración y la industria, con visión a largo plazo y a partir de la confianza. Este entorno, en el ámbito regulatorio, debe asegurar la defensa de los derechos de propiedad industrial, reconocer el valor de la innovación, tanto disruptiva como incremental, y posibilitar el acceso rápido de los pacientes a las nuevas terapias. Nuestra disposición a trabajar es total.

“El Plan Estratégico de la Industria Farmacéutica puede ser el instrumento adecuado para definir con la Administración un marco estratégico en el que poder desarrollar las potencialidades de nuestro sector desde la triple perspectiva sanitaria, económica y social”

P. Otro de los proyectos impulsados desde Farmaindustria para reforzar las capacidades productivas del país es MedEst. ¿En qué punto se encuentra esta iniciativa?

R. El proyecto Medicamentos Esenciales y Capacidades Industriales Estratégicas para la cadena de valor de la Industria Farmacéutica Innovadora en España (MedEst) responde a la preocupación, constatada durante la pandemia, de la excesiva dependencia que Europa tiene de países asiáticos en la producción de principios activos y medicamentos esenciales. Con esta iniciativa, respaldada por 40 compañías fabricantes de medicamentos y materias primas farmacéuticas, se pretende trabajar con la Administración, en el marco de uno de los llamados proyectos estratégicos para la transformación económica (Perte), para crear el marco adecuado para recuperar para España parte de esa producción. El objetivo es doble: asegurar una mayor protección estratégica a nuestro país, sobre todo en caso de crisis sanitarias, y mejorar la competitividad productiva de la industria farmacéutica en España a través de su capacitación en conocimiento, tecnología y digitalización, con la generación de empleo y exportación que generaría. Estamos convencidos de que es una oportunidad para el crecimiento del país.

“El objetivo es doble: asegurar una mayor protección estratégica a nuestro país, sobre todo en caso de crisis sanitarias, y mejorar la competitividad productiva de la industria farmacéutica en España”

El Perte de Salud de Vanguardia, presentado por el Gobierno hace unas semanas, prevé un impulso en la producción de medicamentos. Esperamos poder concretar con la Administración el alcance que tiene previsto y ver así en qué medida un proyecto como MedEst puede llevarse a cabo.

P. Con la pandemia, el Convenio de colaboración con la Administración General del Estado, más conocido como Pacto-PIB, quedó en StandBy. A principios de este año, se contemplaba la posibilidad de llegar a un acuerdo similar con la Administración “probablemente más global”. ¿En qué ha quedado?

R. El Convenio que tuvimos desde 2016 hasta 2019 era anual y estaba esencialmente orientado al control del gasto público en medicamentos. El objetivo ahora es incluir los aspectos relacionados con la sostenibilidad financiera del sistema sanitario en un acuerdo estratégico más ambicioso, a medio plazo y orientado a desarrollar las potencialidades de la industria farmacéutica para contribuir a la reactivación económica y social y a la definición del modelo productivo de futuro. El Plan Estratégico para la industria farmacéutica anunciado por el Gobierno para 2022 podrá ser el instrumento adecuado.